Tras una larga y prolífica carrera, Eduardo Mendoza publica ahora su primer libro de relatos, un hecho éste del que los amantes más convencidos del género podrían extraer ciertas conclusiones y silogismos definitivos. Pero sea como fuere, Tres vidas de santos (SEIX BARRAL) ofrece tres relatos protagonizados por unos personajes que, arrastran como pueden, sus soledades. Por este orden: un obispo americano que llega a Barcelona para participar en el Congreso Eucarístico de 1952, el atribulado hijo de una prestigiosa oftalmóloga que busca aun sin saberlo cierto sentido a la vida, y un ex presidiario metido a autor de éxito, que leyó por primera vez un libro durante su reclusión en la cárcel y que se confiesa un impostor. Las tramas de los tres relatos adquieren estribaciones alocadas y, sin embargo, contenidas por el talento y el oficio de Mendoza, que es un escritor capaz de combinar la ternura con la hilaridad y con el análisis social lúcido y nada paternalista, del que tampoco escapa en esta ocasión la burguesía catalana. A través de una prosa elocuente y eficaz, el autor del descacharrante Sin noticias de Gurb, o de La aventura del tocador de señoras, construye unos personajes con dificultades para la socialización pero que transitan allá por donde pueden o quieren, sin temor a que al fijarse alrededor, todo lo que encuentren sea, poco más o menos, un yermo.

Txani Rodríguez