Jean Christophe Grangé, negro tirando a gris

Jean Christophe Grangé escribe siempre la misma novela, pero hay que reconocer que le quedan muy entretenidas. Y, como después de todo, practica una especie de novela popular, como aquellas llamadas de “a duro” pero en volúmenes cada vez mas gordos, la verdad es que sus lectores seguirán encantados las peripecias de sus personajes. No engaña a nadie. Aunque algo parece haber cambiado en su estilo. Sus primeras novelas entre nosotros, Los risos de color púrpura y El imperio de los lobos, presentaban acciones paralelas de dos personajes muy diferentes, aunque ambos policías, que, mas tarde que temprano, acababan confluyendo. A partir de La línea negra, nuestro autor parece empeñado en escribir una trilogía sobre el origen del mal, cuyo segundo título sería este Esclavos de la oscuridad (GRIJALBO). ¿Cuál es la diferencia con sus obras anteriores, ninguna salvo la desaparición de las acciones paralelas? También aquí hay misterios tremendos que mezclan novela negra, relato de terror, historia de conspiraciones, intrigas laberínticas y recorridos turísticos. Un policía muy duro, el protagonista de Esclavos de la oscuridad, con la característica de ser un católico casi integrista, debe descubrir por qLIBRO.Esclavos de la oscuridadué un antiguo amigo suyo, con la misma intensidad religiosa, ha intentado suicidarse. Los primeros pasos le llevarán al asunto que estaba investigando aquel, este a otros crímenes cometidos en el pasado, aquellos a investigaciones internacionales y sospechas de intervenciones diabólicas, y en medio unos asesinos le siguen la pista, le acosan y le disparan sin mayores consecuencias. Grangé narra bien, administra con eficacia el tiempo de cada escena y tiene habilidad para hacer un cliffhanger al final de cada capítulo, dejar la acción en un momento alto y con nuevas revelaciones, algunas de las cuales rozan lo sobrenatural o, al menos, lo imposible. Me recuerdan las novelas de Grangé a la obra de Francisco González ledesma, algunas de cuyos títulos se han publicado antes en francés que en castellano por lo que nuestro autor puede conocerlas perfectamente y haberlas leído con dedicación para aplicar su particular sistema nacido hace cincuenta años en las muchas novelas populares que firmó con el pseudónimo de Silver Kane y que Ledesema sigue utilizando en sus libros firmados con su nombre y protagonizados por el comisario Méndez. Es un método muy agradecido para las distancias cortas pero que resulta algo irritante en una novela de mas de seiscientas páginas. Como en el caso del barcelonés la intriga resulta no ser muy elaborada, lo extraño tiene una explicación sencilla y lo único sobrenatural acaba resultando ser el protagonista capaz de las hazañas mas inverosímiles. Grangé dialoga bien, y sus personajes son plausibles, al menos en la primera mitad, y parece conocer bien el terreno que recorren. Pero me da la sensación de que su narrativa se va deteriorando quizá obligado a llenar mas páginas por editores ambiciosos. Y también parece empujado a entrar en territorios mas acordes con los éxitos actuales utilizando elementos religiosos, maldiciones eternas y amenazas sobrenaturales. Ya estaban en sus primeros trabajos, pero allí acompañadas por elementos sociales y políticos que emparentaban a Grangé con los Manchette, Daeninckx y el recientemente fallecido Thierry Jonquet que dieron lustre al polar en una época ya algo lejana. Pero es el signo de los tiempos. Y, ya digo, las novelas de Grangé son muy entretenidas. Y un día de estos serán superéxitos. Léalas ahora antes de que le obligue a ello la lista de ventas.

Félix Linares

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