La novela El Monstruo, publicada por primera vez en 1915, se adapta perfectamente a los preceptos del decadentismo español que, con más o menos impostura, proclama el fin de una civilización y la llegada de otra. A los decadentes les horroriza la nueva sociedad que surge tras la industrialización y la rechazan mediante una pose extravagante.
En este contexto se ubica El Monstruo (Pepitas de Calabaza), una novela breve en la que asistimos a una especie de crucero por los bajos fondos, por la noche, por la ostentación y la lujuria, que realizan la actriz Helena Fiorenzio y su grupo de acólitos. Ese tour frenético, excesivo y vacío les llevará desde lugares tan cercanos como los casinos de Biarritz o San Sebastián hasta la exótica Asia. El final del viaje, y de la novela, se respira desde las primeras páginas de un libro cuajado de descripciones algo barrocas y ampulosas. Esos pasajes resultan algunas veces luminosos y, las más, muy oscuros debido al detalle con el que se recrea el “derrumbe del espíritu” y la destrucción del cuerpo.
El monstruo es una novela que ha amarilleado con el tiempo, pero que, tal y como se señala en el prólogo, reclama ser vista como punta de lanza de una vida extraordinaria: la del escritor Antonio de Hoyos y Vinent, un aristócrata, esteta, dandy, que en 1936 se adhirió a la FAI y que murió en 1940 en la cárcel en un estado deplorable. Una vida que, ya ven, reclama una biografía.
Txani Rodríguez