Cuando el sueño le vencÃa, su Avatar se integraba en esa civilización autóctona de costumbres ancestrales. No era fácil, dada su falta de costumbre, pero poco a poco lo fue logrando gracias a su tesón y a la ayuda de una inteligente y valerosa mujer que, desafiando a los suyos, se habÃa decidido a ayudar a ese intruso de origen desconocido. Inevitablemente se enamoraron y cuando estaba a punto de besarla… su verdadero yo despertó dolorido en el duro suelo del piso-patera.
Roberto Moso