Me perdà subiendo al monte Umbe. Sin saber cómo penetré por unos extraños vericuetos boscosos que no terminaban nunca, hasta dar con aquella luz cegadora. Salà del coche y me acerqué despacio hacia el resplandor hasta que distinguà aquella figura. SÃ, era la Virgen, o al menos se parecÃa mucho a la figura de la Inmaculada Concepción que recordaba de la infancia. Ella me habló con dulzura y me dijo que todo era verdad. Que fue concebida sin pecado y que se aparecÃa aleatoriamente a pastorcillos y despistados como yo para que extendiéramos testimonio de su existencia. Traté desesperadamente de conseguir más información pero se despidió diciéndome que todo estaba en las sagradas escrituras. Cuando volvà al coche estaba confundido. Me habÃa ocurrido algo sobrenatural, sà , pero… qué mal rollo ¿no?
Roberto Moso