Ahà estaba, frente a él, la persona que más admiraba en el mundo, a la que siempre habÃa querido alcanzar. Ahà estaba, moviéndose con ese swing inimitable, pisando el mundo con esa seguridad única intransferible. La figura con la que tanto habÃa soñado estaba ahà semidesnuda frente a él y sÃ, habÃa llegado el momento. Tras el rotundo puñetazo en pleno mentón, su Ãdolo de tantos años se fue desinflando segundo a segundo: 1, 2, 3, 4, 5, 6…
Roberto Moso
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