Felipe esperó a que todos durmieran y entonces se deslizó sigiloso desde la cama al ordenador del salón. Ese era su gran momento. Presa de una reconfortante excitación abrió su directorio e hizo click sobre el icono adecuado para entrar en su página favorita. Entonces se colocó los auriculares y empezó a disfrutar de todo el placer que aquel lugar secreto le ofrecía. Minutos de goce creciente en dirección a la gloria que fueron bruscamente interrumpidos cuando apareció ella, reflejando un semblante de horror y decepción.
– Cariño, puedo explicarlo, gritaba él.
– Me dijiste que nunca más, farfullaba ella, entre sollozos ahogados…
En los cascos, seguía con saña su canción preferida de Eskorbuto: “Los testículos me cortaría por la calavera del rey…”
Roberto Moso
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