La novelada vida desgarrada del japonés Osamu Dazai

El escritor japonés Osamu Dazai (1909-1948) tuvo una corta, pero intensa y autodestructiva vida. Provenía de una familia acomodada del norte de Japón, pero su llegada a Tokio para estudiar en la universidad le acercó a los más desfavorecidos y a la militancia en el incipiente e ilegal partido comunista. Su familia le desheredó por ello. Eran los años treinta del pasado siglo y su compromiso, en medio de los gobiernos militares imperialistas que llevaron a Japón a la II Guerra Mundial, le condujo a la cárcel donde fue torturado salvajemente. LIBRO.Indigno de ser humanoSu salud nunca se recuperó. Se convirtió en un alcohólico y un morfinómano y su personalidad se hizo más quebradiza. Intentó suicidarse cuatro veces. Consiguió finalmente matarse meses después de publicarla novela Indigno de ser humano (Sajalín Editores). Se arrojó, junto a su amante, a un canal del río Tama a su paso por Tokio.

A Osamu Dazai no es la primera vez que se le publica en castellano. En 1962 apareció una primera traducción de la novela que comentamos, ahora descatalogada, y hace cinco años la editorial vasca Txalaparta publicó otra de sus grandes obras, El ocaso. Además de las dos novelas citadas, publicó varios libros de relatos. Indigno de ser humano es una novela claramente autobiográfica con un inquietante sentido profético. Cuenta la historia de Yozo un joven criado en un ambiente castrador, en una familia de diez miembros, en la que sobresale la figura del padre, una figura autoritaria y lejana, pues vive gran parte de su tiempo en la capital dedicado a la política. Yozo es un ser retraído que desconfía de la gente, a la que teme por su crueldad. Su primera defensa es pasar inadvertido; la segunda, convertirse en un bufón, hacer reír a todo el mundo, para que así nadie se interese por lo que es en realidad. Cuando alguien atisba la oscuridad que anida en su interior, intenta convertirse en su amigo para no ser delatado. Le sucede con Takaichi, su compañero de colegio en su localidad natal, y le sucederá los mismo con Horiki, su compañero de juergas y de iniciación política en Tokio. En la capital Yozo acentuará su espiral de destrucción de la mano de Horiki: universidad, alcohol y tabaco, tabernas de mala muerte, prostitutas, casas de empeño, la política. Sin una moneda en el bolsillo, adentrándose en las adicciones, atisbando el suicido, cayendo en la locura, y todo, de amante en amante.

Porque otras de las cosas que dejan perplejo a Yozo es la relación con las mujeres. Por alguna razón misteriosa las mujeres confían en él, se enamoran de él. Quizás atisban su profundo desamparo, que hace brotar en ellas el instinto maternal. En un momento Yozo dice que entender a las mujeres es “más complicado y desagradable que entender las emociones de una lombriz”: misógino y a la vez amante. Primero fueron las hermanas y las compañeras del colegio. Después los nombres propios: Tuneko, la camarera con la que cerró un pacto de suicido; Shizuko, la periodista viuda madre de una niña de cinco años; la patrona del bar de Kyobashi, que le acogía entre crisis y crisis; Yoshichan, la joven estanquera con la que se casó; y la tierna farmacéutica lisiada, que le facilitaba la morfina.

Indigno de ser humano es una reflexión en primera persona del propio autor, en el que se vislumbra su triste final. Una reflexión que sin embargo deja un epílogo sorprendente, protagonizado por una de sus amantes, que da una vuelta de tuerca a la historia y que alumbra los recovecos de una vida desgraciada desde otro punto de vista. Es como si el autor, abrumado por lo contado, se hubiera dicho “bien, yo era sí, pero a pesar de todo la gente me quería, y deseo que lo sepáis”. Un escritor tremendamente moderno.

Enrique Martín

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