Pocos meses después de la publicación de Invisible, Paul Auster vuelve a las librerÃas con Sunset Park (Alberdania/Anagrama), una novela en la que no se despega de Nueva York pero en la que le abre un hueco a Florida. Tampoco renuncia a una de sus caracterÃsticas argumentales: la casualidad, fatal solo a veces. Sin embargo, Sunset Park resulta, a pesar de ciertos pasajes, menos artificiosa, y algo más ligera –no por ello peor– que algunas de sus últimas historias.
El protagonista del libro es Miles Heller, un atractivo joven de veintiocho años que trabaja en una empresa de servicios para entidades financieras. Su función es vaciar casas de personas que han sido desahuciadas por no poder hacer frente a la hipoteca. Un oficio, sin duda, tristemente contemporáneo.
Heller está enamorado de una menor de edad con la que convive hasta que la situación se complica peligrosamente. La relación, con la que Auster cuestiona ciertos aspectos morales, resulta creÃble, quizá porque ni él mismo pueda explicarse qué fue lo que tanto le atrajo de ella. Pero este joven, hijo de una actriz de éxito y un editor divorciados, tiene también un pasado: años atrás, decidió romper todo vÃnculo con su familia, atormentado por la muerte fortuita de su hermanastro en un desgraciado accidente del que se culpa y sobre el que no contó toda la verdad, aunque esa verdad no le convierta en culpable. Miles Heller se ve, como decÃamos, obligado a alejarse momentáneamente de su novia y salir de Florida. Decide entonces regresar a Nueva York, donde la única persona de su anterior vida con la que no ha perdido el contacto, su amigo Bing, vive en una casa ocupada, en Sunset Park. Las vidas de los habitantes de ese squat, personajes con inquietudes artÃsticas y escaso futuro, tomarán protagonismo en una novela coral que habla sobre la incertidumbre, la renuncia y la felicidad en estos tiempos que corren.
Txani RodrÃguez