Umberto Eco se divierte con el folletín del siglo XIX

El protagonista de El cementerio de Praga (Lumen) es un espía. Pero El cementerio de Praga no es una novela de espionaje. O sí. Y algo mas, bastante mas. Es una novela de Umberto Eco y eso marca estilo. El protagonista de El cementerio de Praga es, además, un falsificador. Y un cínico. Y un tipo que no está muy seguro de no tener una doble personalidad. Es, pues, un aventurero atormentado, uno de esos personajes que tan bien escribe el señor Eco. Naturalmente no se trata de un agente secreto al uso, en principio sus aventuras se desarrollan en la segunda mitad del siglo XIX, sino mas bien de un superviviente, un tipo al que las circunstancias obligan a hacer cosas para las que no parece estar especialmente dotado, pero que resuelve con eficacia. Es un héroe reticente que acompaña en la campaña siciliana a Garibaldi y ejerce de agente doble durante los días de la comuna parisina y se relaciona con el affairLIBRO.El cementerio de Pragae Dreyfus y tiene algo que ver en la creación de Los protocolos de los sabios de Sión, vamos que se pasa mas de medio siglo, del XIX, buscando justificaciones a sus acciones. Como esas justificaciones incluyen abundantes ataques a los masones y a los judíos, algunos escrupulosos vigilantes de la corrección política han dicho que Eco es un antisemita despreciable. Lo que es Umberto Eco es un erudito que siempre sabe mucho de lo que escribe y de ahí que el protagonista tenga tantos argumentos a favor de las tesis que defiende. Y es que, en esta novela y según confesión del autor, todos los personajes salvo el protagonista, y algunos muy secundarios, son reales y opinaron y escribieron e hicieron cosas que son incorporadas a esta novela. Los lectores de Eco ya saben de lo que estoy hablando. Si no les han gustado sus trabajos de ficción anteriores, y salven de la quema El nombre de la rosa que es esa novela que, milagrosamente, parece haber gustado a todo el mundo, ni lo intenten con esta. Si han disfrutado de El péndulo de Foucault y las novelas posteriores de Eco disfrutarán de El cementerio de Praga. Eso sí, para dejar claro que permanece fiel a su estilo el autor comienza su novela descargando sobre el lector una serie de datos y reflexiones que parecen tener como objetivo hacer desistir a los perezosos, aburrirles y dejar abierta la continuación solo a los miembros de la secta, a sus lectores habituales. No hay problema, estamos acostumbrados. No descubrimos todas las referencias, nos abruman las citas, pueden llegar a irritarnos las listas de todo tipo que incluye (al fin y al cabo Eco publicó hace unos meses un volumen dedicado a los catálogos en la literatura y parece dispuesto a superar a todos los que se han sentido inclinados a acumular hechos, datos o personajes en sus escritos) pero disfrutamos cada línea aunque una traducción sorprendentemente descuidada nos desconcierte en alguna ocasión. Si como decía García Márquez una buena novela es aquella que no puede ser trasladada al cine, podemos pensar que también es una buena narración aquella que no puede ser resumida. Les aseguro que El cementerio de Praga es imposible de reducir a una conversación, y desde luego a una crítica. Así que lo dejo ahí. Actúen en consecuencia.

Félix Linares

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