Frèdèrick Beigbeder saltó a la fama cuando publicó una novela donde mostraba al mundo las prácticas de las agencias de publicidad, algo que conocÃa muy bien ya que trabajaba en una de ellas. Siempre se ha vendido la idea de que la edición de esta novela significó su despido. El libro se publicó en castellano con el tÃtulo de 13,99 euros aunque no consiguió la popularidad que la versión original habÃa alcanzado en Francia. De hecho ni siquiera llegó a estrenarse la versión cinematográfica que se realizó hace cuatro años. Pero Beigbeder ha insistido en su carrera literaria con una serie de libros de alto componente biográfico. Asà las cosas era cuestión de tiempo que se pusiera a la tarea de escribir una biografÃa al uso. Pero, habÃa un problema. Dice Frèdèrick que no recuerda nada anterior a sus quince años. Y, asà no hay manera, claro. Una biografÃa tiene que ser una cosa seria y bien estructurada. Hace tres años encontró el punto de partida: fue detenido mientras esnifaba cocaÃna en plena calle lo que le llevó a una celda pocos dÃas antes de que su hermano recibiera la Legión de Honor. Y asà poniendo su vida en paralelo con la de su hermano y aprovechando un atisbo de recuerdo, un paseo por la playa con su abuelo a los siete años, va trazando su retrato en este libro curiosamente breve para contar lo mucho que supuestamente ha vivido este superviviente. En realidad debe tener razón sobre su amnesia porque la verdad es que se limita a contar la historia de las familias de sus antepasados, a añadir algunos detallitos de su infancia y a hablar de la separación de sus padres y después se lanza a comentar su estancia en comisarÃa y sus sufrimientos en esa triste coyuntura. No se aprecian aquà huellas de esa vida supuestamente apasionante. Lo que si hace Beigbeder son listas, de todo tipo. Listas de canciones, de pelÃculas, de lecturas infantiles, de escritores encarcelados, de derechos irrenunciables, de las playas de Iparralde. No parece que tengan una función importante en su vida, pero ahà están. Son sus recuerdos, son sus opiniones y las plasma. Digamos claramente que Beigbeder escribe bien, que cuenta las cosas con pasión, que tiene gracia en los momentos correspondientes y emoción en sus palabras cuando el asunto lo requiere, pero también que se muestra convencionalmente conmovido cuando habla de su hija y razonablemente indignado cuando arremete contra las instituciones francesas que le mantienen encerrado en un calabozo por una cuestión tan tonta como el consumo de cocaÃna. Todo un tópico. Asà que este volumen va por páginas. A algunas intensas y emocionantes, siguen otras aburridas y repetidas entre las que conviene destacar las conversaciones con los policÃas que no sabemos si tomar por una comedia surrealista involuntaria o la cima de la ironÃa. CapÃtulo aparte merece la introducción de su amigo y colega Michel Houellebecq que mas que hacer un texto laudatorio y propagandÃstico se permite hace una crÃtica de las páginas que le siguen. Ya saben que los dos escritores son amigos y resistentes a los ataques de las viejas generaciones de autores que no acaban de ver interés alguno en sus escritos. Bien, al menos podemos decir que esas relaciones (Beigbeder aparece como personaje en la última novela de Houellebecq) lo son todo menos convencionales. Y como detalle de la opinión que el autor tiene de lo que ha escrito les diremos que el tÃtulo Una novela francesa (Anagrama) es el del capÃtulo en que se narra la historia de sus abuelos. Al menos esta es una biografÃa diferente. Y disfrutable. A ratos.  Â
 Félix Linares
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