Ella le confesó su amor. Le dijo que veÃa su rostro allá donde miraba, que incluso se habÃa masturbado a menudo pensando en él.
El se sintió turbado y meditó sobre lo que habÃa escuchado durante unos minutos con vocación de horas.
Después tomó aire y con tono profesional le dijo:
“Quince padrenuestros y dos avemarÃas.”
 Roberto Moso
Pingback: Radio Euskadi
Pingback: Redvoluciones