Amélie Nothomb se transforma, por fín, en personaje

La estupenda escritora belga, afincada en París, Amélie Nothomb sigue sorprendiéndonos con cada entrega de su abultada bibliografía. Sus novelas breves y sus textos autobiográficos tienen una gracia especial y una juguetona perversidad, y en ellos se conjugan un excelente sentido del ritmo y un argumento ingenioso repleto de recovecos y giros espectaculares. En su obra de ficción destacan novelas tan redondas como Higiene del asesino, Cosmética del enemigo y Viaje de invierno. En sus relatos vividos haz piezas tan divertidas como Estupor y temblores, Metafísica de los tubos y El sabotaje amoroso.

Ahora se atreve a dar un nuevo salto mortal e inventa un nuevo género en su obra, el de la falsa autobiografía. Porque Una forma de vida (Anagrama) está protagonizada por un soldado estadounidense desplazado a Irak y una escritora con la que se cartea que se llama Amélie Nothomb. LIBRO.Una forma de vidaEstá claro que el primero es un personaje inventado y que el segundo es ella misma, aunque un “ella misma” que está tamizado por la imagen que tienen los medios y los lectores de la propia autora. Amélie se nos presenta como una escritora a la que le encanta responder directamente a las cartas que le envían los lectores (una convención literaria, claro, porque en los tiempos en los que se desarrolla la acción, 2009 y 2010, el uso del correo electrónico está ya muy extendido). Ella llega a hablar de la “hegemonía del correo en su vida”. Una hegemonía que se instauró desde muy niña, cuando sus padres, diplomáticos de carrera, le obligaron a escribir una carta semanal a unos abuelos desconocidos. Fue en ese momento en el que descubrió la diferencia entre la novela y la correspondencia. La novela se dirige a un “todo” que habitualmente no te contesta; la correspondencia se basa en la respuesta del “otro”. Sin ella la narrativa epistolar es imposible.

El soldado, Melvin Mapple, y la escritora, Amélie Nothomb, inician una relación en la que el primero cuenta cómo utiliza la gordura como forma de penitencia y de protesta ante la guerra. Melvin come y come sin parar tras cada salida al campo de batalla, tras cada patrulla. A su obesidad militante se unen otros compañeros, que son insultados y vejados por el resto de la tropa. Amélie le sugiere que convierta su protesta en una nueva forma de arte, que la documente hasta transformarse en un “body art”, incluso le busca un galerista en Bruselas que se muestra entusiasmado ante la idea. Pero no todo es tan absurdamente coherente. Porque si conocemos la obra de Nothomb sabemos que tarde ó temprano se descubrirá un pastel en el que nada será lo que parece.

Otra pequeña obra maestra de una autora que ha superado con creces la frontera de la francofonía para convertirse en una de las banderas de la actual literatura europea, esa que se preocupa de las cosas que tiene enfrente y que no vuelve la cara ante los problemas de la gente, de la sociedad. Por cierto en las páginas finales sabremos por qué Amélie Nothomb se dedica a este oficio, porque siempre intenta tener “una salida de emergencia”.

Enrique Martín

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