“Sí, se puede educar la memoria”, dice Joshua Foer

“Tras haber dedicado la mayor parte de un año a intentar mejorar mi memoria, mi retentiva numérica (el patrón principal por el que se mide la memoria de trabajo) se había duplicado, de nueve a dieciocho. En comparación con las pruebas de hacía casi un año, era capaz de recordar más versos, más nombres de personas, más datos aleatorios. Y sin embargo, unas noches después del campeonato del mundo, salí a cenar con unos amigos, volví a casa en metro y sólo cuando entraba por la puerta de la casa de mis padres, me acordé de que había ido en coche. No sólo había olvidado dónde lo había dejado aparcado: también había olvidado que lo llevaba.”

LIBRO.Los desafíos de la memoriaQuien esto escribe, Joshua Foer, es un periodista americano que durante un año se entrenó metódicamente y llegó a ganar el campeonato de memoria de los Estados Unidos. Fue capaz de memorizar en poquísimo tiempo cientos de números, cientos de nombres, lugares… barajas completas.

La conclusión es que la memoria entrenada con método y constancia es capaz de tareas portentosas, aunque la utilidad sea muy limitada. No es este un libro –Los desafíos de la memoria, Seix Barral– que a priori  resulte atractivo, porque las proezas memorísticas no serían suficientes para mantener la atención del lector. El autor, en cambio, dosifica sabiamente el relato de su experiencia y muestra  los recovecos que rodean a ese mundo de la memorística, que cuenta con su propia fauna especial.

Finalmente, superado el escepticismo, el libro resulta muy gratificante. Por una parte, nos cuenta la historia de la memoria y sobre todo la historia de la lectura. Una historia que arranca cuando los libros eran prácticamente inaccesibles y por tanto convenía recordarlos de memoria. Eran tiempos en que se leía sin signos de ningún tipo, siempre en mayúsculas y de continuo, sin ninguna separación. La lectura por tanto tiene su propia historia. Y por otra parte, se  plantea la función de la memoria en unos tiempos en que el acceso instantáneo a cualquier información parecería hacer innecesario recordar nada. Interesantísima reflexión para la educación y para nuestra propia vida, porque parece ser que somos lo que recordamos.

Jokin Aldazabal

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