El Tocho. No diga Dickens, diga Copperfield

Si llegaré a ser el héroe de mi propia vida u otro ocupará ese lugar, lo mostrarán estas páginas. Para comenzar por el principio el relato de mi vida, diré que nací (según me contaron y así lo creo) un viernes, a las doce de la noche. Un detalle que no pasó inadvertido fue que el reloj empezase a sonar y yo a llorar al mismo tiempo. Teniendo en cuenta el día y la hora de mi nacimiento, la partera y algunas comadres de la vecindad, que ya sentían un vivo interés por mí varios meses antes de que tuviéramos ocasión de conocernos personalmente, afirmaron, primero, que mi vida sería desgraciada y, después, que gozaría del privilegio de ver fantasmas y espíritus

LIBRO.David CopperfieldEste es el comienzo de David Copperfield, una de las novelas más extensas que escribiera Charles Dickens y la más querida por el autor. Fue apareciendo por entregas mensuales entre 1849 y 1850, y supuso un enorme éxito editorial con más de cien mil ejemplares vendidos.

David Copperfield es uno de los más perfectos ejemplos de lo que los alemanes han llamado “bildungsroman”, novela de formación o aprendizaje, en la que vemos evolucionar al personaje que da título a la obra desde el nacimiento y la infancia desgraciada, hasta su madurez como escritor de éxito y feliz padre de familia. Un trasunto bastante aproximado, como pueden figurarse, de la propia vida de Dickens.

Probablemente, para el lector actual, varias de las figuras femeninas de esta novela resultarán demasiado idealizadas. La abnegación de Agnes, la fidelidad de Annie, el arrepentimiento de Martha, con sus efusivas parrafadas, resultan bastante exagerados y poco creíbles en nuestra época. La moral victoriana tiene, además, un gran peso en los argumentos de Dickens, tanto que aunque David se enamora a menudo a lo largo de esta novela, jamás asoma a la superficie la más mínima muestra de deseo. Las relaciones son tan púdicas que asombran.

En contrapartida, nos encontramos de nuevo con el gran humorista y caricaturista social que fue Dickens: personajes como el señor Micawber, con su carácter voluble y pomposo a pesar de estar amenazado constantemente con la prisión por deudas, o la tía Betsie, de modales excéntricos y genio arrebatado, están entre las mejores creaciones cómicas de Dickens, y sus apariciones suponen un necesario alivio al dramatismo de la obra.

Un dramatismo que alcanza su clímax prematuramente cuando apenas ha transcurrido una cuarta parte de la misma. Después de la terrible experiencia de David como obrero infantil, y tras su huida recorriendo a pie el trayecto entre la capital y la casa de su tía en Dover, el resto de la obra, en comparación, pierde intensidad y capacidad de conmover. El interés se desplaza entonces hacia otros personajes. La ambigüedad moral del seductor Steerforth, en quien Dickens encarna la crítica a la aristocracia, la indignación que suscita la conducta servil y arribista del tortuoso Uriah Heep, y las intermitentes apariciones de la jocosa familia Micawber, consiguen mantener la atención del lector hasta el final.

A quienes se inicien en el universo dickensiano aprovechando el bicentenario de su nacimiento, les recomendaría novelas menos desmesuradas y quizá más logradas, como Grandes esperanzas o Tiempos difíciles, pero quienes elijan David Copperfield conocerán de primera mano las obsesiones de Dickens, admirarán su estilo vivaz, sus descripciones llenas de gracia, y se encariñarán con personajes imposibles de olvidar. Aun con sus defectos, David Copperfield es todo un festín literario.

Javier Aspiazu

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