Fernando Royuela y el sinsentido del mundo actual

Lázaro es un tipo sin ambición alguna. Trabaja sin entusiasmo, pero también sin pesar, en un banco, comparte su vida con una mujer que tampoco aspira a mayores metas, su hija estudia en Europa, sus hermanas interfieren lo justo en su vida, no es feliz, pero tampoco desgraciado. Y un buen día le despiden. Tampoco esta circunstancia se convierte en un drama, de hecho lo primero que piensa Lázaro es donde invertir el dinero de su finiquito. Se va a casa, comenta algo y se muere. Le llevan al hospital, un médico certifica su muerte, le llevan hacia el depósito de cadáveres y entonces Lázaro se levanta y pide un cigarrillo.

Y ahí empieza Cuando Lázaro anduvo (Tusquets) y es donde Fernando Royuela pone de manifiesto sus intenciones, porque lo que el autor pretende es ponernos frente a las cosas que ocurren en estos tiempos, por si no nos habíamos dado cuenta, y lo hace tan a las claras que comienza cada capítulo con el título de la novela al que siguen noticias representativas de los últimos años, algunas bien conocidas, otras no tanto, que le permiten dar paso a los episodios que él quiereLIBRO.Cuando Lázaro anduvo retratar. Es cierto que podría haber puesto algo más de cuidado para encajar las noticias presentadas y los fragmentos narrados, pero son detallitos. Ya puestos podríamos cuestionar la no utilización del sistema de colocar las tres palabras del título abriendo los dos últimos capítulos seguramente en nombre del cambio sustancial que sufre la narración, pero ¿qué quieren? cuando el lector encuentra la pauta y se acostumbra, echa en falta su mantenimiento.

Banalidades al margen Royuela, que ya había demostrado su altura literaria en otros títulos como La mala muerte y La pasión según las fieras, transita aquí por caminos insólitos para él ya que las tragedias cotidianas que cuenta están atravesadas por fuertes descargas de humor que siempre acaba siendo amargo porque el autor está más dotado para el drama que para la comedia, pero se agradece el esfuerzo.

Así que Lázaro resucita y con ello crea serios problemas a mucha gente: a los médicos y directivos del hospital donde ocurrieron los hechos por sus posibles consecuencias legales, a los dirigentes del banco en el que trabajaba por temor a que les impliquen en el incidente, al cura que le administró la extremaunción, y de paso a toda la iglesia, ya que se trata de un hecho de profunda raigambre religiosa, a su familia que ve problemas y oportunidades en el acontecimiento, a los vecinos que se sienten asombrados primero y perjudicados después, a los medios de comunicación que tratan de utilizar a Lázaro y convertirle en una estrella mediática, a diferentes abogados que intentan aprovecharse de la situación y así a una larga lista de personajes magníficamente retratados en pocas palabras y que vivirán episodios muy diferentes conforme se desarrollan los hechos. Funciona  muy bien la novela porque el autor sabe otorgar el espacio adecuado a cada uno de los hechos que cuenta, introduce ramas secundarias de gran valor, utiliza un gran número de personajes pero todos quedan magníficamente definidos y escribe estupendamente siempre con el tono adecuado y las palabras justas. Y, además, no se empeña en contarlo todo dejando al lector la posibilidad de completar con su aportación el enorme cuadro que aquí pinta. Si en novelas anteriores Fernando Royuela se mostrada espléndido en esta ocasión parece que ha rebasado todas las expectativas. Ahora tendrá que pensar en cómo superar esto, pero ese ya es su problema. Nosotros lo que tenemos es la satisfacción de leerle. No dejen ustedes de hacerlo.

Félix Linares

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