John Gregory Dunne, la recuperación de un clásico de la novela negra

Quizá recuerden ustedes una vieja película, de 1.981, donde Robert de Niro y Robert Duvall interpretaban a dos hermanos, sacerdote el primero, policía el segundo, que se reunían con la disculpa de que había aparecido muerto un cura en un prostíbulo. Se titulaba Confesiones verdaderas y el libro en que se basaba, escrito por el estadounidense John Gregory Dunne, acaba de ser reeditado en la colección Roja y Negra, dirigida por Rodrigo Fresán, de Random House Mondadori.

Empecemos por reconocer que el hecho que parecía desencadenar la intriga en el film, es un episodio sin demasiada importancia en su antecedente literario. En realidad lo que se cuenta en esta novela es el caso de La Dalia Negra, aquella mujer que apareció muerta en un solar de Los Ángeles en 1.947 y cuyo misterio todavía no ha sido aclarado, aunque aquí se haya cambiado el nombre y el apodo de la asesinada, pero, eso sí, se mantienen la fecha y la mayor parte de los elementos del crimen. Y, naturalmente, hay un detective y su hermano sacerdote y gente que les rodea que están interesados en medrar y que harán para ello cualquier cosa.  Aquí tenemos pues a nuestro héroe, un detective de la vieja guardia, un tipo que conoLIBRO.Confesiones verdaderasce el terreno que pisa, que sabe que nunca pasará de ser un investigador del montón, al que, en principio le da igual que los casos se resuelvan o no, pero que no está dispuesto a pasar ni una a la corte de pelotas que acompañan a su hermano, porque este es una figura al alza en el arzobispado, a él se dirigen los que quieren hacer negocios, a él los que quieren un destino terrenal mejor antes de cumplir con su religión y encontrarlo en la otra vida, y él sabe quien conocía a la muerta y puede tener la clave del enigma. Este policía no está especialmente desesperado, no tiene dependencias agudas, su esposa está en un sanatorio mental y él está liado con una mujer a la que salvó en un secuestro. Pero tiene una historia, como todos los personajes de esta novela ejemplar donde nos ponen en situación en las modélicas primeras páginas mejor que en ningún otro relato que yo conozca. Si después de leer el primer capítulo de esta novela no se leen al menos cien páginas de una sentada llevados por la emoción y el interés, es que no tienen ustedes sentido de la narración o yo estoy muy equivocado. Es cierto que, después, la novela se hace menos concentrada, las situaciones más largas, las conversaciones mas detallistas y todo parece durar bastante más, pero es porque el prólogo nos ha lanzado a una velocidad inusual.

Dice George Pelecanos en la introducción, que ha leído esta novela varias veces y no recuerda quien es el culpable porque lo que a él le interesa es el retrato de una ciudad, de una época, de unos personajes, de unas relaciones humanas, que dejan fuera del foco el aspecto puramente criminal. Tiene razón. Y aún así la intriga también es importante, consistente, sólida, apasionante. Me ha gustado mucho Confesiones verdaderas. Les recomiendo que no se la pierdan ahora que pueden encontrarla en la librería más cercana. No siempre se puede con las obras maestras. Lamentablemente John Gregory Dunne murió hace ya nueve años, su propia vida y su muerte también han sido objeto de investigación literaria por parte de su viuda Joan Didion, y no se sabe que dejara otro escrito tan potente como Confesiones verdaderas. Con la disculpa de que se acerca el verano, regálensela.

Félix Linares

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