Una nueva y buena serie de novela negra que nos llega desde el norte de Europa, concretamente desde Noruega. Su responsable es Unni Lindell (Oslo, 1957) que antes de dedicarse a la novela criminal se había labrado un gran prestigio como poeta y como escritora de relatos y libros infantiles, con los que ha obtenido varios premios.
La serie está protagonizada por el veterano inspector jefe de la policía de Oslo, la capital noruega, Cato Isaksen y su nueva y joven inspectora Marian Dhale. En castellano se han publicado dos entregas de la serie. Hace dos años apareció La trampa de miel y este año El ángel oscuro (Siruela). Lo más interesante de las novelas de esta escritora es la profundidad con la que están retratados los personajes y no solo los criminales, que suele ser lo normal, sino los policiales, a los que se describe con personalidades complejas y graves problemas de relación entre ellos mismos y con sus familias. Concretamente los dos protagonistas se llevan “a matar”. Cato porque cree que le han metido un gol al contratar a Marian, y Marian porque no soporta lo que ella cree ninguneo de Cato. Lo más curioso es que tarde ó temprano los dos saben que se van a necesitar porque sus formas de acercarse a los casos son antagónicas, pero complementarias.
En La trampa de miel se nos hablaba de la desaparición de un niño de siete años y de cómo este hecho afectaba a toda una comunidad aparentemente idílica, repleta sin embargo de inquinas y locuras personales. El ángel oscuro arranca con una mujer muerta delante de su edifico en lo que parece ser un suicidio, un suceso que remueve historias terribles que acontecieron en el pasado.
Novelas que se leen de un tirón, en las que la autora juega muy bien con el tempo de la investigación policial. Donde todo tiene un sentido hasta el hecho más nimio, hasta el indicio más intrascendente. Porque todo encaja al final como un guante, aunque la resolución del caso nos deje un sabor amargo en la boca y en el corazón. En las novelas de Lindell no hay finales felices, porque nadie es inocente… del todo.
Enrique Martín
Pingback: Radio Euskadi
Pingback: José Á. Jarne