Los raros. El rey de la máscara de oro del francés Marcel Schwob

No me cabe la menor duda de que en Libia, en los confines de Etiopía, donde viven hombres muy viejos y muy sabios, existen hechicerías aún más misteriosas que las de las magas de Tesalia. Es verdaderamente terrible pensar que los encantamientos de las mujeres pueden encerrar la luna en el marco de un espejo, o hundirla durante el plenilunio en un cubo de plata junto a estrellas empapadas, o freírla en una sartén como si fuera una amarilla medusa marina mientras la noche tesaliana es negra y los hombres que cambian de piel tienen libertad para equivocarse; todo esto es espantoso pero yo tendría menos miedo a esas cosas que a encontrarme de nuevo con las embalsamadoras libias en el desierto color de sangre”.

LIBRO.El rey de la máscara de oroAsí comienza Las embalsamadoras, uno de los cuentos que forman parte de El rey de la máscara de oro, libro de relatos de Marcel Schwob. Este poeta y narrador francés, descendiente de una familia de rabinos, vivió tan solo 38 años, y dejó una obra exquisita y poco conocida. Pero que, con el paso del tiempo, se ha revelado influyente: escritores tan notables como Borges, André Gide o William Faulkner admiten haberse inspirado en otras originales creaciones de Schwob, como son sus Vidas imaginarias, El libro de Monelle o La cruzada de los niños.

Toda su obra es recomendable, pero quien les habla confiesa haber quedado fascinado en su juventud por los veintiún breves relatos que se agrupan en El rey de la máscara de oro, publicados en 1893. Schwob fue un gran conocedor de la historia, de ahí que la mayoría de estos relatos esté ambientada en épocas pasadas, en las que se cuelan elementos fantásticos, oníricos o misteriosos. Los escenarios e indumentos, los colores y aromas de cada momento, están recreados con precisión de orfebre, y en ellos no falta el elemento macabro, la atrocidad de edades crueles, como el Medievo o la época de la piratería, mostrada en toda su crudeza. En este sentido, es evidente la influencia de Poe, quien al igual que Stevenson, fue uno de los autores predilectos de Schwob.

Aunque nunca se sintió vinculado a ningún movimiento o escuela literaria, se le ha querido relacionar con el simbolismo de fines del siglo XIX. En este volumen de cuentos sí que hay un símbolo recurrente, y es el de la máscara, presente al menos en cuatro de los relatos. El que le da título, El rey de la máscara de oro, es una alegoría sobre el ocultamiento de la verdadera identidad, revestida de sucesivas máscaras, como las capas de una cebolla interminable. En otros cuentos, como La peste, Los carátulas o Los contrabandistas de sal la máscara se utiliza para burlar al destino y escapar de la norma social, y es adoptada por vagabundos, bandidos o galeotes. Este tema de la máscara y la impostura, la vida real y la posible, fue una constante en la obra de Schwob, y se prolonga en otro de sus libros más conocidos: el ya citado Vidas imaginarias.

El rey de la máscara de oro es una excelente introducción a la sugerente obra de Marcel Schwob. Un autor no suficientemente reivindicado que murió en 1905, poco después de viajar a Samoa para visitar la tumba y los lugares transitados por su admirado Stevenson. Pocos finales hay tan literarios, ¿no les parece?

Javier Aspiazu

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