Frantz Delplanque y el poco plácido retiro vasco del asesino a sueldo

Imaginemos un asesino a sueldo. Imaginemos que está cansado de matar. Tiene 68 años y cree que ha llegado el momento de descansar y de disfrutar de los logros de toda una vida. Imaginemos que consigue que su jefe le diga: “Vale. OK, puedes jubilarte… a cambio claro de que no cuentes por ahí nada de lo que has hecho”. Y el asesino a sueldo responde: “Pues claro. No te preocupes. Si tu no mandas a alguien a matarme, no saldrá a la luz el libro que he escrito y he depositado en un despacho de abogados en el que cuento todas mis aventuras y todas tus tropelías”. Y el acuerdo queda firmado.

Así comienza Un gramo de odio, la primera y exitosa novela de Frantz Delplanque que le ha convertido en uno de los nuevos valores del “polar”, que es como se denomina a la novela negra en Francia. LIBRO.Un gramo de odioEl asesino se llama Jon Ayaramandi y ha decido jubilarse en su País Vasco natal en el pueblecito costero de Largos cerca de Baiona la capital de Iparralde. Ayaramandi, que no aparenta la edad que tiene gracias a un físico impresionantemente trabajo, es un tipo erudito. Lee mucho y le gusta con locura la música anglosajona que escucha a todas horas. Tiene memoria musical. Recuerda canciones a mansalva y tiene una para cada momento. Además es un tipo que tiene una gran vida interior. La conocemos porque la historia está narrada en primera persona. He aquí algunas de sus sentencias. “Todo hombre es como una bolsa sorpresa. No hay que abrirla nunca, demasiado riesgo de decepción”. “La vida no tiene muchas cosas, pero todo lo que le falta está en los libros”. “Me encanta el paro. Nada me reconforta tanto como ver a la sociedad enfrentada a sus propios fracasos”. Y he aquí algunas de sus reflexiones identitarias. “El genotipo vasco se compone de genes del padre, de la madre y del señor cura”. “Soy vasco. No me gustan los fascistas”. “Como buen vasco que soy, me cuesta cambiar de opinión”.

Entre tanta frase y aforismo nuestro héroe deberá dejar su retiro a la fuerza y embarcarse a su pesar en una orgía de sangre. Y todo porque el novio de su protegida Perle, casi su hija adoptiva, le pide que encuentre a su novio Al que ha desaparecido misteriosamente. Al es un atractivo discapacitado que se pasa la vida pescando y al que persigue un pasado que no consigue esquivar. Para encontrar a Al y proteger a Perle y su hija Luna, casi su nieta, Ayaramandi deberá enfrentarse a su antiguo jefe Marconi y sus secuaces, a Burger –otro asesino a sueldo con el que trabajó tiempo ha- y a la banda de la viuda Martínez. Aunque no estará solo porque en la aventura le acompañarán Valentín su antiguo conductor y cantante de un apañado grupo de rock, Jean-Luc el dueño del bar Cap’tain, la peluquera Mylene y un clan gitano con el que comenzará a tortas y que acabará adoptándole. Por el camino muchas balaceras, algunas escenas de tortura, perdidas dolorosas y la sensación de que el hombre solitario ha encontrado por fin algo parecido a una familia.

Lo interesante de la novela de Delplanque es como consigue hacernos creíble, cercana y digna de admiración la figura de un asesino profesional que llevaba a cabo sus encargos sin ninguna fisura moral. Quizás el hecho de presentárnoslo en el ocaso de su vida, luchando por primera vez por otros y no por sí mismo, y sufriendo de amor, obre el milagro. Por lo demás la novela se lee de un tirón porque la espiral de violencia que se inicia hacia la mitad del libro nos conduce a mil por hora a una conclusión angustiosa y vibrante.

El escritor, tras el éxito, trabaja en estos momentos en una segunda entrega del personaje. Larga vida a Jon Ayaramandi.

Enrique Martín

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