Bertan Goxo es el tÃtulo de la nueva novela de Karlos Linazasoro, publicada en Elkar, en la colección Ateko bandan, dirigida al público juvenil, aunque estoy segura de que estamos ante una lectura perfecta también para los adultos. Esta nouvelle va en la lÃnea de otras publicadas anteriormente por Linazasoro como Urperatze handia o Udalbatza bahituren kasu pollita. Pero entremos en harina. Bertan goxo es el nombre del nuevo tanatorio que MartÃn, el protagonista de esta historia, va a abrir en el polÃgono industrial de la localidad donde vive. La narradora es su hija de diez años que a instancias de su padre ha invitado a sus compañeros de clase a la fiesta de inauguración del local. Su madre, en cambio, una mujer seria, cabal, no está de acuerdo con que su marido le quite tanto hierro al asunto. MartÃn mantiene conversaciones con los muertos, lleva en secreto sofisticadas estadÃsticas sobre los decesos, y parece haber naturalizado la muerte, a fuerza de tratarla de cerca.
Aunque el libro tiene alguna otra escena previa, el grueso de la acción descansa sobre la fiesta de inauguración del tanatorio. Acuden a la misma algunos amiguitos de la joven narradora, un bertsolari, el alcalde del pueblo, el cura, un autobús de jubilados dispuestos a arramplar con todos los pintxos… En un principio, la reunión transcurre con normalidad –en lo que cabe- pero pronto se desatará una tormenta que les dejará sin luz y, gracias a las nuevas tecnologÃas, atrapados. Llegará entonces el momento de las plegarias, de los juegos para pasar el rato y, sobre todo, de inopinadas reflexiones sobre la vida y la muerte. Las conversaciones alcanzan tal grado de profundidad y excelencia filosófica que contribuyen al humor absurdo que recorre toda esta historia que tiene también mucho de crÃtica social.
Bertan goxo se lee con facilidad y con rapidez ya que los diálogos, a menudo chispeantes, son fundamentales. De hecho, no es difÃcil imaginar una adaptación teatral. Sea como fuere, encuentro más interés, discurso y diversión en esta novela breve que otras muchas que nos llegan cargadas de pretensiones.
Txani RodrÃguez