Lecturas de fin de semana. Amélie Nothomb y el amor paternofilial

Todos los años, los seguidores de la escritora belga Amélie Nothomb –nacida en Japón en 1965 dentro de una familia de diplomáticos y afincada en París-, recibimos nuestro chute de adrenalina. Todos los otoños, Nothomb publica una novela breve que en castellano llega con un año de retraso. La de esta temporada se titula Matar al padre y es una de esas historias típicamente “nothombiana” en la que una serie de personajes, normalmente dos, se enfrentan entre sí ó a un acontecimiento inesperado en una historia que siempre conduce a un final imprevisible.

De Nothomb me gustan sus excentricidades, su sentido del humor, sus historias disparatadas, sus juegos de palabras, su sorna, su desparpajo, su imaginación y su inmenso talento literario. Talento que despliega en dos facetas, la de biógrafa de su propia vida, como sucedía, por ejemplo, en la imLIBRO.Matar al padrepagable Estupor y temblores; y la de narradora de ficciones con un gran componente excéntrico y muchas veces criminal. Matar al padre entra en esta última categoría.

La novela narra las peripecias de dos magos. Al inicio de la historia uno tiene treinta y cinco años y el otro quince. El primero se llama Norman Terence y el segundo Joe Whip. El primero es un artista consagrado que vive con una hermosa malabarista del fuego llamada Christina. El segundo es un huérfano que va dando palos por la vida para sobrevivir. Norman acoge a Joe y le convierte en su discípulo. La relación se va transformando para Norman en algo parecido a una relación paternofilial. Sin embargo para Joe de lo que se trata es de superar al maestro, de hacerse con sus trucos, su mujer, su vida. Porque todo lo que tiene de noble Norman, lo tiene de retorcido y oscuro Joe. Se trata, en el peor sentido del término, de “matar al padre”.  Norman practica la magia; Joe, la trampa. Algo abominable para Norman que define así los dos conceptos: “la magia deforma la realidad en interés de otro, con el fin de provocar una duda liberadora; la trampa, en cambio, deforma la realidad en detrimento de otro, con el objetivo de robarle su dinero”.

Pero tratándose de una historia de Amélie Nothomb sabemos que tarde o temprano todo girará 180 grados, y que en el fondo nada es lo que parece, como sucede cuando contemplamos un buen truco de magia: la apariencia se confunde demasiadas veces con la realidad. Y que al final quedará un poso de sorpresa, tristeza, resignación y ternura.

Es magnífica esta escritora. Nos deja asombrados ver como insufla vida a una historia cien veces contada y que en sus manos adquiere una nueva dimensión. Nos maravilla la profundidad de los retratos de sus protagonistas, cercanos siempre a la caricatura, pero sin caer nunca en ella. Y nos fascina su peculiar sentido del humor, negro y descacharrante, que a veces nos hace soltar una carcajada y otras una mueca que amaga una sonrisa y se transforma en rictus amargo. No siempre acierta en los resultados, porque arriesga mucho, pero le agradecemos que intente mirar a la vida desde otros puntos de vista, que rozan el límite de lo permitido socialmente. Ya se sabe que son los transgresores lo que nos hacen pensar, y Amélie Nothomb nos hace reflexionar mucho sobre nuestro mundo y sobre los peculiares personajes que lo habitan.

Enrique Martín

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