Aquella simpática y eficiente monjita le fue relatando el orden del dÃa: un tiempo para el paseo, otro para la lectura. Manjares para degustar con moderación y deleite le esperaban en tres comidas, a esto se añadÃan la siesta, algo de televisión, Internet y por supuesto, oración. Joseph habÃa intuido bien. El cielo existe.
Roberto Moso