Santiago Roncagliolo y el patético y divertido muñidor de telenovelas

Es difícil para un autor escribir libros diferentes. Lo más sencillo es dejarse llevar, sabiendo además que el lector medio agradece que le narren siempre el mismo cuento. Pero hay quien se empeña y es capaz de salir con buena nota del esfuerzo. Santiago Roncagliolo es uno de ellos. Ha escrito teatro, novela, cuento, ensayo, reportaje, siempre con solvencia, siempre con altísimo nivel. Títulos como El príncipe de los caimanes, Crecer es un oficio triste, Pudor, Abril rojo, Memorias de una dama ó Tan cerca de la vida, por acercarnos solo a su narrativa, esconden historias muy diferentes. Historias de crecimiento, historias sentimentales, políticas, futuristas, retratos complejos, hilarantes, reales. Roncagliolo es bueno.LIBRO.Oscar y las mujeres

En Óscar y las mujeres (Alfaguara) ha utilizado un recurso algo sobado: los culebrones televisivos y su presumible rico mundo de tópicos y personajes descabellados. Óscar es guionista, un escritor metido en problemas, empezando por el hecho de que es incapaz de plasmar sus tramas románticas con el mínimo acierto si no está enamorado. Y su mujer acaba de abandonarle. Óscar quiere escribir y le sale mal, tiene una vecina que le atormenta con los más variados sistemas, un productor que está en la ruina, una estrella que resulta ser una pésima actriz, otra actriz que resulta ser una envidiosa y manipuladora, un hijo que aparece en determinado momento que va a añadir algunos problemas a la vida de su padre. Y con esos mimbres trenza un capazo que sustenta con soltura todo el entramado de esta novela que divierte mucho y que está tan bien escrita como las anteriores, es decir muy bien.

Tiene sin embargo Óscar y las mujeres dos pequeños problemas. El primero es de credibilidad. Y es que Óscar escribe los guiones como si fuera una novela. Y son medios que no tienen nada que ver. Entiendo que es más agradecido, desde el punto de vista literario, manejar las ridiculeces en una narración y no tener que forzar el humor en el dialogo, pero eso le resta credibilidad a la novela, aunque estamos hablando de culebrones, no nos pongamos exquisitos. El segundo problema es que no aprovecha la característica más destacada de la narración por episodios: la obligación de colocar un “cliffhanger” al final de cada capítulo, uno de esos momentos de tensión que obligan al lector, y al telespectador, a seguir la siguiente sección con gran interés. Y más teniendo en cuenta que esta novela fue publicada por entregas en Internet antes de presentar la edición en papel. Pero, como si el mismo autor se hubiera dado cuenta de estos fallos, con el avance de la novela, va subsanando estos detalles: aumentan los diálogos en los guiones y los momentos en que el protagonista se queda colgado al final de cada episodio. Es decir la novela, que comienza de manera algo desmañada, va creciendo conforme se suceden las páginas e, incluso, parece que el escritor le va tomando la gracia al asunto y las andanzas de Óscar se vuelven más ocurrentes.

Quizá tengamos la tentación de considerar Óscar y las mujeres una obra menor, algo ligero, en la obra de Roncagliolo, pero escribir bien una novela, cualquier novela, siempre es una tarea difícil de llevar a buen puerto. Y porque nos riamos mucho en esta no debemos considerar que estamos ante un momento bajo en la obra del peruano. Se la ha trabajado. Y mucho. Y eso es algo que deberíamos agradecerle leyéndole. Si quieren empezar por cualquiera de las otras mencionadas, estupendo, estamos seguros de que acabarán llegando a Óscar y las mujeres.

Félix Linares

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