El comictario. El siempre original y sorprendente Seth

Sólo Seth podía hacer algo así. Sólo este gran autor canadiense, que aparece en las fotos vestido al estilo años 50, con abrigo y sombrero, es capaz de dibujar un cómic por puro capricho, guardarlo sin terminar en un cajón, recuperarlo tiempo después, acabarlo, revisarlo, corregirlo en su mayoría y, por fin, publicarlo. Semejante proceso creativo es el origen de La Hermandad de historietistas del Gran Norte, un sentido homenaje a los dibujantes canadienses que puede considerarse una precuela de la anterior obra de Seth, Wimbledon Green, que comentamos hace quince meses en Pompas de Papel.COMIC. La Hermandad de Historietistas del Gran Norte

Aquella extraordinaria novela gráfica nos mostraba las interioridades del coleccionismo de cómics, y en sus páginas se mencionaban numerosas obras y autores. Ahora, los protagonistas son los profesionales y sus personajes.

En este libro, una pequeña joya publicada por Ediciones Sins Entido, Seth nos introduce en el edificio sede de la G.N.B.C.C., La Hermandad de historietistas del Gran Norte, y nos lleva por todos sus rincones, llenos de historias y anécdotas. Hay salones para el descanso y la lectura, para el baile y los festejos, pasillos repletos de fotografías y dibujos, y habitaciones donde los dibujantes creaban sus obras, dormían la borrachera o tenían citas amorosas. Y luego, con la libertad que da el cómic, el autor nos traslada de repente a otro lugar insólito: el fabuloso edificio, con forma de iglú, que alberga el archivo de la Hermandad de historietistas del Gran Norte. Se encuentra en un lugar remoto de Canadá, hay que viajar en tren, en barco y en autobús para llegar y, una vez allí, te asignan una habitación, pues los tesoros que contiene el archivo son tantos que hay que aprovechar el viaje y quedarse un tiempo.

Tras repasar algunas joyas y autores históricos del cómic canadiense, Seth nos devuelve al principio, a la sede de la Hermandad y, en ese momento, la narración da un giro. Se nos dice que los tiempos gloriosos no lo fueron tanto, que los dibujantes no alcanzaron la gran popularidad que se sugiere, y que el edificio por el que hemos paseado está en plena decadencia.

Un cómic maravilloso, impregnado de ese aire cautivador, añejo y nostálgico que caracteriza las obras de Seth, aunque el autor se las arregla para dejar al final una puerta abierta a la esperanza. Y nos convence de que la época dorada volverá. Algún día.

Iñaki Calvo

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