El olor a tinta fresca de los libros recién forrados, repletos de conceptos intimidantes. El nuevo pupitre, con marcas de antiguos moradores y un nuevo compañero, traído por el azar alfabético. El nuevo tutor que trata de hacerse respetar desde el principio. ”Conmigo a buenas iréis bien, pero mejor que no me conozcáis a malas”. Hay excitación, hay curiosidad, hay inquietud.
En el recreo observas a los nuevos ocupantes de tu aula y sientes por fin un cierto alivio, algo parecido al poder. Mira que cara de miedo tienen esos pringaos.
Roberto Moso