El comictario. Blue State, negrísimo y tarantiniano

Sucede a veces que un cómic te da buena espina nada más verlo, sin necesidad de abrir sus páginas… Y luego, al leerlo, se confirman todos los indicios positivos. Esto es exactamente lo que me ocurrió con Blue State, uno de los títulos con los que, a principios del verano, arrancó su línea de cómic estadounidense la editorial madrileña Dibbuks que, poco a poco, y con una tenacidad digna de elogio, se ha hecho en los últimos años un hueco en el difícil mercado del cómic. Y para el inicio de esta nueva singladura, Dibbuks ha pescado en las ricas aguas de las editoriales independientes norteamericanas. COMIC.Blue StateY del catálogo de una de ellas, Image, llega Blue State, una historia de género negro con evidentes influencias del cine de Quentin Tarantino.

El elenco protagonista no tiene desperdicio: un patético detective privado, hijo de un laureado policía de Los Angeles, que recibe el encargo de localizar a la esposa desaparecida de un actor drogadicto y homosexual, cuyas películas son financiadas por un sanguinario mafioso ruso. A ellos se unen otro capo de la mafia, en este caso italiano, su hijo psicópata, la explosiva hermana de la desaparecida, que es bailarina erótica, y un asesino a sueldo que a ratos tiene alma caritativa.

Con ellos nos sumergimos en una historia trepidante, con varias acciones paralelas que transcurren en tiempos distintos, y que nos recuerdan los montajes frenéticos del tipo de cine en el que se inspira este cómic. Hay poca piedad en las páginas de Blue State, y lo que buscan sus personajes es conseguir su objetivo, al precio que sea.

El estimulante guión lo firma Andrew Osborne, sobre una idea original de Viktor Kalvachev, la pieza clave del proyecto, uno de los cinco dibujantes de la obra y que, aunque es un desconocido por estos lares, figura ya en el grupo de cabeza de los nuevos autores del cómic independiente estadounidense. No os perdáis Blue State: entretenimiento garantizado y muchas, muchísimas ganas, de que se publique la segunda entrega.

Iñaki Calvo

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