El Tocho. Andrei Biely, un ruso desconocido

La agitación que había prendido en todo el cinturón industrial de Petersburgo, de una u otra manera, penetraba en el centro de la ciudad, alcanzando primero las islas, para luego cruzar los puentes Litéini y Nikoláievski y, desde allí, entrar a borbotones en la Avenida Nevski, y aunque por la Avenida Nevski ya de por sí, transitaba su habitual miriápodo humano, la composición de este miriápodo cambió de manera manifiesta. Cualquier observador experto habría advertido desde hacía tiempo la aparición de un gorro de vello negro, encasquetado hasta las cejas y llegado con toda probabilidad de los ensangrentados campos de Manchuria: y fue echar a andar este sujeto de gran facundia por la Avenida Nevski para que, de repente, se observara un repentino descenso de la circulación de sombreros de copa por esa arteria urbana”.

LIBRO.PetersburgoEste es un párrafo de Petersburgo de Andrei Biely. Novela que se fue publicando por entregas entre 1913 y 1914 en la revista rusa Sirin, y que apareció ya en forma de libro en 1916. Su autor, utilizaba el seudónimo de Andrei Biely (“Andrés Blanco”), pero en realidad se llamaba Boris Bugayev y fue uno de los más destacados escritores simbolistas de su generación, autor de varios volúmenes de poesía y de otras dos novelas de menor repercusión.

Petersburgo es una obra maestra recuperada del olvido gracias a la estima  de Nabokov que en un programa de televisión la consideró una de las 4 mejores novelas del siglo XX. Las apreciaciones estéticas son siempre subjetivas, así que yo no les diré tanto, pero sí les puedo asegurar que Petersburgo es una novela compleja y fascinante, absolutamente recomendable. Aunque se escribió en la segunda década del siglo XX nos encontramos con una trama que en algunos pasajes puede recordar al Gógol más satírico, el de Las almas muertas o al Dostoievski más político, el de Los demonios, pero con un lenguaje irónico, sorprendente, que pudiera parecer una burla deliberada de toda la tradición literaria.

El nudo argumental se puede resumir así: el hijo del poderoso senador Abléujov ha prometido colaborar con una organización revolucionaria que le encarga poner una bomba ¡en el despacho de su padre! Con este pretexto, tan ingenioso y retorcido al mismo tiempo, Biely despliega su mirada irónica y juguetona sobre el San Petersburgo de 1905, el año del primer intento revolucionario en Rusia. El grueso de la acción transcurre en un solo día del recién iniciado otoño, que se prevé convulso a nivel social. Las primeras nevadas en torno al río Neva están descritas con una fascinante prosa poética. Por las calles colindantes al río, discurre, dubitativo y apesadumbrado ante su funesta misión, el joven Abléujov, vestido de dominó, camino de una fiesta de disfraces a la que acudirán casi todos los personajes importantes de la obra, en la madrugada que precederá a la comisión del atentado.

Como ven la novela despliega una atractiva intriga, casi policíaca, pero no se agota en ella. También se la puede considerar una novela de crítica política, en la que ni los revolucionarios ni los zaristas salen bien parados, o una novela vanguardista por su utilización cinematográfica, casi experimental, del lenguaje.

El autor, en definitiva, nos sitúa lejos de las formas de la novela convencional, enfrentándonos a un texto rico y cambiante, con multitud de sentidos que desvelar, para lectores curiosos y exigentes. Así es Petersburgo, de Andrei Biely.

Javier Aspiazu

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