Una guía interesante, un libro lamentable

Dick y James Strawbridge tienen la suerte de vivir en una granja situada en una hermosa zona de Cornualles, con su propio valle y a menos de un km del mar. En algunos de sus recuerdos más antiguos Dick se ve ayudando a su padre en el jardín o recolectando champiñones con su madre; un tiempo de calidad que daba como fruto las sabrosas verduras que recuerda de su infancia”.

Así comienza la introducción de La guía completa para una vida autosuficiente, escrita por Dick y James Strawbridge y publicado por la editorial Blume.

LIBRO.La guía completa para una vida autosuficienteNos encontramos ante uno de esos hermosos libros bellamente ilustrados, con esquemas, cuadros, gráficos, fotografías… un hermoso libro que se vende a 35 euros. Un hermoso libro que alimenta las ilusiones de cualquier urbanita o de cualquier neorrural por una vida más simple y más en contacto con la naturaleza. Nada que reprochar: cada uno vende lo que puede y compra aquello a lo que lo inducen.

El problema, para mí, es en parte, el poco rigor de los textos, que quedan siempre muy superficiales y con algunos errores de bulto. Por ejemplo, cuando vemos que nos inducen a colocar los colectores solares térmicos en serie y no en paralelo como debe hacerse. Pero lo más grave, es con mucho, la traducción. La terrible traducción hace incomprensibles muchos de los pasajes del libro. El libro tiene no sólo su traductora, Remedios Diéguez, sino también una ingeniero agrónomo encargada de la revisión técnica de la edición española, Cristina Escobar y  una coordinadora de la edición española, Cristina Rodríguez.

Pues bien, aun habiendo supuestamente pasado tantos filtros, la lectura de esta obra es penosa. Nos habla de medidor de presión, para indicar manómetro; sobre la energía hidráulica, nos utiliza el término cabeza, traducción literal del inglés, para indicar salto. Nos habla de células fotovoltaicas hechas de silicona, en vez de silicio. Nos habla de tuberías de diferentes anchuras para indicarnos diferentes “diámetros”. Lo más incomprensible podría ser el punto en que nos habla de calibrar la fuente, cuando nos quiere decir calibrar el muelle. Ya han adivinado ustedes que en inglés se usa el mismo término “spring” para ambos.

Tal vez alguno piense que uno se fija en naderías, pero se lo prometo, la lectura se hace muy pesada teniendo que adivinar lo que se nos quiere decir. Se nos habla de un cortaleña para indicar una maquina de hender la leña, cosa muy distinta. Nos habla de ladrillos en vez de briquetas, de cañerías en vez de canalones…Tiene momentos apoteósicos como cuando nos habla del modo de calcular la presión del agua en un desnivel. Nos dice que la base es el hecho de que cada 30,5 cm verticales de una cabeza crea 20 gr de presión por 5,4 cm2.  Lo podría haber dicho más claro diciendo que es un kilo por cada 10 metros de salto. Pero no, se atiene a la traducción literal y la equivalencia de los pies de altura y las pulgadas cuadradas.

Resumiendo, señores: uno se indigna ante el poco respeto que los editores tienen para con los lectores e incluso para con su propia profesión. Como sucede en este caso, una mala traducción echa por tierra lo que podría ser un libro correcto y una agradable lectura. Y en esto de las malas traducciones, llueve sobre mojado. Un diluvio.

Jokin Aldazabal

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