Supongo que era inevitable, que tenÃa que ocurrir. Ha sido hoy pero podÃa haber sido ayer, o mañana, o dentro de dos meses. En algún momento tenÃa que sentarme y volver a escribir sobre The walking dead, Los muertos vivientes, la fantástica serie que inició hace ya nueve años el guionista estadounidense Robert Kirkman, y que ha sido también llevada a la televisión. Una auténtica novela-rÃo ambientada en un futuro post-apocalÃptico en el que grupos de seres humanos luchan por sobrevivir en un mundo plagado de zombis hambrientos.
Era una premisa básica, ya explorada por otros autores, pero en el número inicial de la serie, Robert Kirkman quiso dejar claras las cosas que hacÃan diferente su proyecto: primero, no se trata del tÃpico cómic de terror, sino de un minucioso análisis del comportamiento humano en situaciones de supervivencia extrema. AsÃ, durante la lectura de Los muertos vivientes vemos cómo se derrumban nuestros conceptos de civilización, cómo afloran los peores instintos, cómo se enfrentan el esfuerzo por la unión y el orden a la explosión de la anarquÃa y el salvajismo. Y asistimos a este dantesco espectáculo con la certeza de que Kirkman está dando en la diana, y que si algún dÃa llegara este tipo de apocalipsis, los humanos supervivientes se comportarÃan tal y como él lo cuenta.
Y por lo que respecta al segundo propósito del guionista, lo explicaba también en el número uno de la colección: la serie iba a ser muy larga, y se iba a prolongar durante años y años. De hecho, Kirkman dijo en aquél lejano 2004 que “los muertos vivientes será la pelÃcula de zombis que nunca acaba… Bueno, al menos durante mucho tiempo“. Y nueve años después, la saga continúa. Y lo hace con una fuerza increÃble. Las andanzas de Rick Grames, su hijo Carl y las personas que les acompañan en su denodada lucha por la supervivencia y por mantener la cordura, siguen siendo una lectura absorbente, que nos hace enfrentarnos a nuestros peores miedos y suspirar por la siguiente entrega.
La última en castellano es ya la número 18, la publica la editorial Planeta DeAgostini y, junto al interés inagotable de la historia, hay que añadir el dato del precio. Desde que hace ocho años se empezaran a publicar en España, los tomos de Los muertos vivientes valen 7 euros y 50 céntimos. Un dinero, sin duda, bien empleado, a la espera de que llegue el apocalipsis.
Iñaki Calvo