Ocurrió lo que se temÃa. De pronto llamaron a la puerta. Cada golpe de aldaba era como un aguijón en el hÃgado. Con su peculiar estilo encendió un cigarrillo y observó la puerta que le aguardaba. TenÃa pegada una foto suya, en su plenitud y varias pintadas sueltas. Sacó una fotografÃa y la colgó en la red. Volvieron a aporrear la puerta y entonces dio una última calada, apagó la colilla, y se marchó a dar un paseo por el lado salvaje.
Roberto MosoÂ