7/9/2084
Querido diario.
Las condiciones en este infecto taller subterráneo son cada vez más penosas. Empiezo a dudar incluso que pueda mantenerte mucho tiempo conmigo. Los encargados controlan de cerca nuestras pertenencias. Tener un cuaderno y un lápiz es severamente castigado. Claro que, ¿qué podrÃa hacer yo sin ti? Mi único atisbo de satisfacción es poder expresar estos sentimientos de asco y desesperación en tus páginas, con la esperanza de que alguien algún dÃa las lea y sepa que hubo un tiempo en el que miles de seres humanos europeos sobrevivÃamos de mala manera hacinados en talleres textiles ilegales para que los malditos pijos asiáticos pudieran vestir barato y a la moda. ¡Oh Dios…, te tengo que dejar!
Roberto Moso