Los raros. El talentoso Felisberto Hernández

Al lado de un jardín había una fábrica y los ruidos de las máquinas se metían entre las plantas y los árboles. Y al fondo del jardín se veía una casa de pátina oscura. El dueño de la “casa negra” era un hombre alto. Al oscurecer sus pasos lentos venían de la calle; y cuando entraba al jardín y a pesar del ruido de las máquinas, parecía que los pasos masticaran el balasto. Una noche de otoño, al abrir la puerta y entornar los ojos para evitar la luz fuerte del hall, vio a su mujer detenida en medio de la escalinata; y al mirar los escalones desparramándose hasta la mitad del patio, le pareció que su mujer tenía puesto un gran vestido de mármol y que la mano que tomaba la baranda recogía el vestido.”

LIBRO.Las hortensiasAsí comienza Las hortensias de Felisberto Hernández.

Les confieso de entrada que esta intrigante novela corta es lo primero que he leído del uruguayo Felisberto Hernández. Y les puedo asegurar ya que me ha parecido un escritor espléndido, poseedor de una prosa evocativa, misteriosa, de gran resonancia poética. Felisberto Hernández es, además,  uno de esos raros autores que posee la capacidad de mostrar la importancia de los objetos inertes que nos circundan, y su influencia, a veces determinante, en nuestras vidas. Así, en este turbador relato asistimos a la destructiva relación que mantiene Horacio, hombre rico y caprichoso, con una serie de muñecas de tamaño natural, las “Hortensias” del título, que un artesano a su servicio construye para alimentar sus fantasías de excéntrico coleccionista y que provocan celos conyugales y escenas dramáticas.

Junto a tan singular planteamiento, hay muchos elementos sorprendentes en este original relato que lo hacen inolvidable: además del malsano vínculo de Horacio con sus amantes inanimadas destaca también la conflictiva relación del protagonista con los espejos, incómodos testigos de realidades cambiantes; resulta asimismo importante la intrigante presencia de los sonidos de fondo: el ruido de esa fábrica cercana, propiedad de Horacio, que lo ha acunado desde siempre, o el piano, que le acompaña en la composición de las artificiosas escenas con sus muñecas. Y por último, la nocturnidad del paisaje, que contribuye a dar el tono a la narración.

Aunque todavía poco conocido en el estado, se ha considerado a Felisberto Hernández uno de los maestros de la literatura fantástica en Argentina y Uruguay, y así lo han reivindicado Onetti, Cortázar y Borges. Pero en Las hortensias el tono es más onírico, más simbólico o surrealista, que puramente fantástico: parece que el autor quisiera hacernos testigos del sueño morboso de Horacio, que poco a poco va perdiendo la capacidad de discernir lo artificial de lo natural hasta desembocar en la locura.

Las escasas ediciones españolas de este relato las publicó Lumen en los años 70 y 80, aunque hay editoriales americanas como Stockcero o Cuenco de Plata con impresiones más recientes. Si les gusta tanto como a mí, les recuerdo que tienen disponible en Cátedra otro de sus mejores libros de cuentos, de sugestivo título Nadie encendía las lámparas. Pero probablemente sea este relato que hoy hemos comentado, Las hortensias, el que mejor representa el universo singular de un escritor que no se parece a nadie: Felisberto Hernández.

Javier Aspiazu

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