Daniel Pelegrín, el que arriesga gana

Daniel Pelegrín es un escritor murciano que en el año 2000 publicó Estragos, su primera novela. Trece años después –se ha tomado su tiempo- regresa con Dos olas, un título que encierra una delicada metáfora sobre sus dos personajes principales. Uno de ellos es Adélia, una joven descendiente de caboverdianos que vive en una “realidad africana de inmigrantes radicados en la periferia de Lisboa”. De ella, desde las primeras páginas, sabemos que  acaba de abortar de formar clandestina y que espera a alguien llamado Tiago en el portal de casa de este, con la ropa arrugada y los bolsillos vacíos. Su familia cree que está estudiando en Oporto algo relacionado con su tesis. Lo que sí es cierto es que desentraña papeles y microfilmes que relatan procesos inquisitoriales contra negras acusadas de brujería y prácticas heréticas.  LIBRO.Dos olasY hay un proceso concreto, uno celebrado en Évora entre  1754 y 1755 que, de alguna manera, la transformará.

En aquellos años fue juzgada Ignes do Carmo, la otra narradora de la novela. Hija de una esclava angoleña, esclava a su vez de un capitán lascivo que la acosaba, encontró refugio y afecto en Marialucía, una mujer a quien se relacionaba con oscuras prácticas, hechizos y brujería. De ella aprendió la luchadora Ignes do Carmo a elaborar algunos brebajes y a representar ciertas conductas que después le serían de utilidad. Sin embargo, como ella misma confesara “no hay tanto diablo en estas cosas de hechicería y sí un punto de buscar el sustento, ayudando en lo que se pueda a quien la busca, sin causar mal alguno ni herir a nadie”. Pero ni la necesidad ni las buenas intenciones, la libraron del proceso de 1754. La historia de esta esclava liberta servirá a Adélia, que no quiere ser una ola que rompa antes de su tiempo, para guiarse por su propia vida y para tratar de ordenarse en sus confusiones.

Dos olas es una novela que nos habla de fortaleza, de dignidad y de superación. Poética en la adversidad, la historia es heredera de la narrativa más tradicional y de las voces más modernas. Con una sintaxis heterodoxa y con guiños a El Quijote, Pelegrín confecciona una historia de recorrido y aliento largos en la que la obstinación de las protagonistas  parece trascender el tiempo. Estamos ante una historia como las de antes narrada con los modos de la actualidad que no invita a la indiferencia. Y ya se sabe que quien no arriesga, no gana.

Txani Rodríguez

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *