Atónito desde su nube, Madiba escuchaba los discursos engolados sobre su persona en labios de tanto racista y tanto corrupto. Observó irritado a Obama jugueteando con la primera dama de Dinamarca como si su funeral fuera un guateque juvenil. Sintió asco, decepción, rabia y ansias de venganza. Entonces reparó en el traductor para sordomudos y esbozó una sonrisa.
Roberto Moso