La historia de una casa familiar, por Daniel Gascón

Daniel Gascón empezó a escribir esta autobiografía indirecta en la casa de sus abuelos, en un entresuelo situado en el chaflán de la Avenida Goya y la Calle del Carmen, en Zaragoza. Cuando buscaba piso con su novia, les surgió la oportunidad de instalarse allí. Para Gascón, al margen de las visitas periódicas,  fue la segunda vez que vivía allí de continuo. Cuenta que le gustaba trabajar en el salón de ese entresuelo. Por lo visto, cuando hicieron la casa, “los constructores aprovecharon para rebañar un trozo de la calle. Los inspectores no se dieron cuenta hasta mucho más tarde. No quisieron, o no pudieron, tirar el edificio donde ya vivía gente.” “Cuando escribía en el salón –confiesa – me gustaba pensar que estaba en la calle”. Sin embargo, este texto no mira tanto al exterior sino al interior, a la historia de puertas para adentro de su familia.244_GM27408.jpg

Para llevar a cabo esa tarea, el entresuelo de Zaragoza resulta muy adecuado: por ese piso han desfilado un buen número de tías, de primos, cuñados…  Da la sensación de que también recalaba por allí  todo el mundo que llegara a la ciudad desde el pueblo de la familia materna de Gascón.  “Toda la casa tenía esa disposición geológica: estaban nuestras cosas, pero también las de quien habían vivido allí antes”, escribe Gascón. Él mismo, al igual que su hermana Aloma Rodríguez, se instaló allí cuando era estudiante. Con un hilo colorista y firme, Entresuelo hilvana las vidas de los bisabuelos con las de los bisnietos. Nos habla de cómo se ganaban la vida sus familiares, de cómo se conocieron, de cuáles fueron sus propósitos, de cómo eran sus principios… Gascón nos confiesa su miedo a las ratas, relata  sus primeros escarceos amorosos en el entresuelo y nos cuenta cosas tan curiosas como que a su padre, por cierto, el escritor Antón Castro, hubo una época en la que siempre le perseguía un pato.

Pero aquí no quería escribir sobre lo que recuerdo, sino sobre cosas de las que ya no me acuerdo”, advierte Gascón.  Por eso,  se apoya  en conversaciones  y documentos familiares. El relato adquiere cierta dimensión social porque al mismo tiempo que nos habla de los habitantes del entresuelo,  podemos seguir el curso de los cambios que la sociedad ha experimentado en las últimas décadas: “Tres de los hijos de mi abuela se casaron por el juzgado. Mis abuelos no fueron a la boda de mi madre que se casó embarazada y por lo civil. Nueve años después, asistieron a la boda de su hija menor, que también se casó embarazada y por el juzgado”.

Entresuelo es un libro muy bien escrito, en el que las anécdotas y los recuerdos se deslizan con gracia. Por eso, la historia de la familia de Daniel Gascón acaba por interesarnos tanto. Por eso, y porque en algunos aspectos, podría ser la historia reciente de cualquier familia.  Una vez concluida la lectura, se tiene la sensación de que nos hemos paseado en zapatillas de casa por el tumultuoso piso de los abuelos de este escritor aragonés. También de zascandilear por Eljuve, con nuestros propios pantalones cortos, y de saborear, qué se yo, un buen plato patata con borraja.

Txani Rodríguez

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