Juan Gabriel Vásquez, las malas reputaciones

Un tipo reflexiona mientras le limpian los zapatos. Va camino a un acto donde le convertirán, más si cabe, en una gloria nacional. Tiene poder, tiene prestigio, tiene dinero y todo gracias a sus caricaturas políticas que encumbran o destrozan a sus conciudadanos. Juan Gabriel Vásquez es muy bueno trazando retratos de gente compleja, gente con poder, gente con problemas, gente con conciencia, gente sin escrúpulos. Hay de todo en la obra de Vásquez que ya nos deslumbró con Los informantes (sus primeras novelas Persona y Alina, suplicante nunca vieron la luz entre nosotros) que era una disección de su país, Colombia, de su presente y su pasado o “de aquellos polvos estos lodos”, para pasar después a publicar una novela conradiana (antes había dedicado un estudio a Joseph Conrad) en homenaje a uno de sus escritores favoritos, Historia secreta de Costaguana,LIBRO.Las reputaciones que es bastante más que una novela de aventuras que recrea una historia, y muchísimo más que la imitación de un novelista. El ruido de las cosas al caer, además de proporcionarle algunos premios y reconocimiento en Estados Unidos, por ejemplo, evidenció que era posible hacer literatura de altura con cuestiones casi periodísticas.

Y en esas estábamos cuando nos deja esta novela breve sobre un tipo que se interroga sobre la fama y lo que conlleva, trata de saber si se ha merecido lo que le ha tocado vivir y si, después de todo, lo que él recuerda es verdaderamente lo que pasó. Cuando el hombre tiene limpios sus zapatos le pregunta al limpiabotas por un caricaturista histórico al que cree que se parece en proyección social y en valía profesional. El buen lustrador, que ha hecho muy bien su trabajo, dice no conocerle. Y así, con ese baño de realidad, nuestro protagonista se dirige a la fiesta donde será entronizado como titán de lo político y figura insustituible en el entramado social. Juan Gabriel Vásquez es un escritor, no solo novelista, preciso. Raramente adorna en exceso sus relatos. No lo necesita porque estos suelen tener la fuerza suficiente para mantener al lector en tensión. Pero es que, además, parece elegir las palabras adecuadas en cada momento para describir y reflexionar y dialogar y fascinar. No hace falta más.

La primera parte de Las reputaciones es una obra maestra de concisión y eficacia y profundidad y colorido y de todo lo que hace grande a la literatura. Después el protagonista se encuentra con una sombra de su pasado y tiene que recordar lo que pasó una noche en que se presentó en su casa uno de los humillados y ofendidos por su trabajo. Y se lo cuenta a sí mismo. Y está bien. Pero, quizá porque al autor le parece que la narración se le está quedando corta o porque no encuentra el tono adecuado para contar esta sórdida historia o porque quiere profundizar mucho y no tiene la broca adecuada, se estanca, trastabilla, aunque para el final consigue recuperar el equilibrio y redondea la faena. El protagonista de Las reputaciones que ya venía algo dañado a la novela descubrirá que, después de todo, la vida siempre puede ser peor y que somos nosotros mismos quienes la hacemos así. No esperen salir contentos de esta lectura, pero a través de ella habrán recibido una lección de humanidad y además habrán podido disfrutar de una escritura exquisita, la de Juan Gabriel Vásquez a quien ya deberían ustedes conocer. ¿A qué están esperando?

Félix Linares

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