Las guerras de los vascos en la literatura

Ur Apalategi, Bernardo Atxaga, Harkaitz Cano, Aingeru Epaltza, Joseba Gabilondo, Arantxa Iturbe, Karmele Jaio, Xabier Montoia, Inazio Mujika Iraola, Jokin Muñoz, Eider Rodríguez, Ramón Saizarbitoria e Iban Zaldua. Esta es la nómina de los autores que han sido antologados en el libro Nuestras Guerras, una colección de relatos sobre conflictos vascos publicada recientemente por Lengua de Trapo. La Guerra Civil y el conflicto vasco son los dos argumentos fundamentales  de este libro que se publicó originariamente en inglés en 2011 por la Universidad de Nevada bajo el título Our Wars.

El encargado de la edición y autor del prólogo  es el profesor de literatura vasca Mikel Ayerbe.  Él explica que han llevado a las páginas de este libro narraciones LIBRO.Nuestras guerrasque “sitúan su eje en la Guerra Civil o en el actual conflicto vasco, como muestra de memoria y testimonio literario.”  Ayerbe considera que fueron las generaciones de escritores que no vivieron la guerra las que aportaron  novedosos puntos de vista sobre el tema. Así mismo, considera que cuando se alcance definitivamente  el final de lo que eufemísticamente llamamos conflicto vasco y pase algo de tiempo surgirán testimonios literarios enriquecedores.

El libro se abre con el cuento El primer americano de Obaba que se incluye en la novela El hijo del acordeonista. Sin duda, estamos ante un texto de importancia capital en nuestra literatura. Lo mismo sucede con el relato de Ramón Saizarbitoria, que es en realidad la última de las narraciones recogidas en Guárdame bajo tierra. Dos textos, por tanto, muy conocidos, que son además de los más extensos de esta colección. Otros relatos, como los de Jokin Muñoz o Eider Rodríguez, resultan muy angustiosos en su brevedad; muy tristes, emotivos, resultan los de Karmele Jaio o Arantxa Iturbe, y otros como el firmado por Mújica Iraola pueden resultar, de alguna manera, reconfortantes. La metaliteratura irrumpe también de la mano de Harkaitz Cano y Ur Apalategi y no faltan tampoco las técnicas diarísticas, tan apropiadas para salvaguardar la memoria. Nuestras guerras nos habla de la dureza de la guerra, de la intransigencia que germina y se hace gigante en las contiendas, de las razones miserables que sin embargo derivan en heroicidades, de los medios de comunicación, de la vuelta de los presos, de la angustia de unos padres que temen por la vida de sus hijos… “Todas las guerras son guerras civiles, porque todas las personas son iguales”, afirma una cita que incluye Zaldua. Y es cierto que el dolor no nos singulariza aunque este libro tenga unas coordenadas espaciales y temporales muy concretas.

Txani Rodríguez

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