El Tocho. El Brasil de Machado de Assís

Una de estas noches, viniendo de la ciudad al Ingenio Nuevo encontré en el tren de la Central a un muchacho de aquí del barrio, al que conozco de vista y de sombrero. Me saludó, se sentó a mi lado, habló de la luna y de los ministros y acabó recitándome versos. El viaje era corto y puede que los versos no fueran del todo malos. Ocurrió, sin embargo, que, como estaba cansado, cerré los ojos tres o cuatro veces; fue suficiente para que él interrumpiera la lectura y pusiera los versos en el bolso.

-Continúe –dije yo despertando.

-Ya terminé –murmuró él.

-Son muy bonitos.

Le vi hacer un gesto para sacarlos otra vez del bolso, pero no pasó del gesto, estaba enfadado. Al día siguiente, comenzó a decir de mí nombres feos y acabó apodándome Don Casmurro.

LIBRO.Don CasmurroAsí comienza Don Casmurro, de Joaquín María Machado de Assís, novela publicada en 1899, cuando el autor brasileño, ya consagrado, llevaba una amplia trayectoria como poeta, cuentista y novelista.

De todas cuantas he podido leer, Don Casmurro es la novela que mejor representa la felicidad burguesa, tal y como se la puede imaginar de forma tópica, al menos en dos tercios de su transcurso. Esta visión idílica se extiende por toda aquella parte del relato en que Bento Santiago, a quien, como hemos visto, apodarán Don Casmurro, nos cuenta en primera persona su niñez y adolescencia, y los amores con su vecina Capitu, con quien se casará y establecerá en el próspero barrio de Petropolis, a las afueras de Río de Janeiro. El conflicto comienza a surgir cuando tras años de matrimonio, la esterilidad de la pareja se convierte en una desgraciada posibilidad. Sin embargo, cuando ya casi no se le espera, Capitu concibe un hijo, y esto en lugar de arreglar las cosas, acaba de instalar la frustración y la sospecha en la mente de Bento, impresiones acentuadas por la presencia en la vecindad de un querido amigo de la infancia, Ezequiel, a quien el hijo se parece cada vez más.

La maestría de Machado de Assís se aprecia en la sutil transformación de la historia, en el cambio progresivo del tono, que de una crónica de costumbres con ciertos toques paródicos, se va convirtiendo en algo mucho más opresivo y cruel. El término portugués Casmurro viene a significar algo así como cazurro, taimado, obstinado. Y desde luego es el mote que mejor cuadra al personaje principal, a este Bento, especie de Otelo de interiores burgueses, capaz de destruir toda sombra de felicidad haciendo crecer una sospecha en su ánimo hasta el punto de cubrirlo todo.

Si dicha conjetura tuviera fundamento podría parecer la clásica novela de adulterio decimonónico, pero la ironía y la perspectiva engañosa del narrador convierten esta obra en algo mucho más sutil. Y es que Don Casmurro es un ejemplo perfecto de lo que se ha dado en llamar “narrador poco fiable“, ya que sus celos morbosos y su desmedida imaginación obligan al lector a sospechar de todo lo relatado, distinguiendo los “hechos” de las “interpretaciones” del narrador. Y esto ocurre hasta tal punto que nunca queda clara la supuesta infidelidad de la esposa. Una obra maestra de la ambigüedad, con un final abrumadoramente triste. Así es Don Casmurro, de Joaquín María Machado de Assís.

Javier Aspiazu

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