El Tocho. El sorprendente y malogrado Lérmontov

Había salido en una silla de posta desde Tiflis. Todo el equipaje que llevaba en mi carruaje se reducía a una pequeña maleta, llena hasta la mitad con mis apuntes de viaje sobre Georgia. Éstos, en su mayor parte, por fortuna vuestra, se han perdido, y la maleta y el resto de mis efectos personales, para fortuna mía, han quedado intactos.

El sol había comenzado a ocultarse tras las cimas nevadas cuando entramos en el valle de Koishaúr. El cochero, un osetino, azuzaba constantemente a los caballos, para alcanzar antes de que anocheciese la cumbre del monte Koishaúr, y cantaba a voz en cuello. ¡Hermoso lugar aquel valle! Rodeado por todas partes por montañas inaccesibles, riscos rojizos, tapizados de hiedra de un verde asombroso y coronados por sombríos grupos de plátanos, y abruptas pendientes amarillas surcadas por torrenteras

LIBRO. Un héroe de nuestro tiempoAsí comienza Un héroe de nuestro tiempo, de Mijaíl Lérmontov. Recordamos hoy en esta sección de clásicos una novela publicada en 1840 por un joven autor ruso, militar de carrera como el personaje central de la obra, provisto de muchos rasgos biográficos del propio autor. Criado bajo la influencia de Pushkin y Lord Byron, Lérmontov, que procedía de una noble familia escocesa, de ahí la rareza de su apellido, ha sido probablemente el escritor que mejor ejemplificó el espíritu romántico con este personaje, Pechorin, resumen casi perfecto de los achaques psicológicos de una época: el spleen del que hablaría más tarde Baudelaire, esa melancolía vaga, profunda y permanente, o tedium vitae, como también se le llamó, hallan su mejor encarnación, en este joven oficial nómada, Pechorin, seductor desdeñoso, atormentado y fatalista, destinado al Cáucaso en la época de las guerras rusas por la dominación de la zona. El autor, que no se identifica con su héroe, expresa ya en el prólogo la intención de hacer, a través del personaje, un retrato compuesto con los vicios de toda su generación. El resultado, a pesar de la intención crítica, ejerce mucha más fascinación que repudio, convirtiéndose en uno de los grandes logros literarios de la época.

La novela nos cuenta en realidad cinco historias de desigual longitud e interés por las que desfilan bellas tártaras raptadas, fieles compañeros de armas, seductoras contrabandistas, amoríos cínicos que dan lugar a duelos y apuestas contra el destino de trágicas consecuencias. Desde distintos puntos de vista, a través de diversos personajes que tienen en común haber conocido o convivido con Pechorin, vamos conociendo al Héroe, uno de ellos conserva incluso su diario, que se introduce así como base de dos de las narraciones. Esta curiosa estructura en forma de prisma, junto con la belleza de algunas de las descripciones del Cáucaso (Osetia, Chechenia o Georgia desfilan por estas páginas), constituye lo más moderno de una novela, que a pesar del uso de algunos tópicos románticos, resulta todavía hoy extremadamente atractiva.

Lérmontov, consumado duelista, vivió solo 27 años y fue capaz de anticipar su violento final en uno de sus poemas. Clarividencia que le permitió también crear el mejor arquetipo romántico con este clásico de gozosa lectura titulado Un héroe de nuestro tiempo.

Javier Aspiazu

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *