Los raros. Michel Butor, al borde del Nouveau Roman

Ha puesto usted el pie izquierdo sobre la ranura de cobre, mientras que con su hombro derecho intenta inútilmente correr un poco más la puerta.

Primero se introduce usted por la estrecha abertura rozando sus bordes, y luego su maleta de cuero oscuro y granulado color verde botella, una maleta bastante pequeña, de hombre acostumbrado a largos viajes, tira usted de su asa pegajosa con los dedos que le arden de haberla traído hasta aquí a pesar de su poco peso, y al levantarla siente como sus músculos y sus tendones se dibujan no solo en sus falanges, en la palma de la mano, en la muñeca y en el brazo, sino también en su hombro…

LIBRO.La modificaciónAsí comienza La modificación, novela que el francés Michel Butor publicó en 1957, en plena eclosión del Nouveau Roman, movimiento de la vanguardia literaria francesa al que se le asoció durante algún tiempo. La modificación es la tercera de las cinco novelas que escribió, antes de que en 1960 dejara este género para pasar a ensayar otras formas experimentales de narración.

Esta misma novela, de hecho, es un logrado experimento que sorprende por su originalidad. Toda ella está narrada en segunda persona: el narrador se dirige a su personaje, León Delmont, con un respetuoso “usted”, que sirve para involucrar al lector de una manera mucho más directa, y al mismo tiempo, para inscribir al personaje en un mundo de objetos que llegan a ser muy familiares en el curso de la obra.

Además del uso de la segunda persona, otra de las peculiaridades que distinguen a esta novela, es que toda la acción, mucho más psicológica que física, transcurre en un tren que hace el trayecto entre París y Roma; itinerario que sigue a menudo León, como director de la sucursal en París de la marca Scabelli, empresa de máquinas de escribir con sede en Roma. Ambas ciudades representan para León valores contrapuestos, París es la responsabilidad laboral y familiar, Roma la libertad y el amor redescubierto gracias a Cécile, atractiva joven romana de padres franceses, a quien conoce en uno de estos viajes y con la que proyecta  un cambio radical en su vida de casado maduro y aburrido.

Todo lo que nos cuenta Butor, con una prosa de aliento poético, está descrito minuciosamente a través de los ojos de León: así, nos familiarizamos con su compartimento, los diversos compañeros de viaje a lo largo de las veintiún horas de trayecto, las estaciones del itinerario, el paisaje cambiante a través de las ventanillas, los añorados rincones y monumentos romanos y multitud de pequeños detalles que llenan de resonancias simbólicas un relato, cuya continuidad es interrumpida sistemáticamente por los recuerdos de otros viajes (de trabajo, con su mujer Henriette o con su amante Cecile), y por las previsiones de este viaje decisivo al que estamos asistiendo, cuyo objetivo es iniciar una nueva vida con Cecile. Aunque, como ustedes saben, las cosas no siempre ocurren como uno desea.

La modificación, ya el título lo sugiere, puede leerse también como la crónica de una evolución psicológica, un viaje interior, con ciertas dosis de intriga, que coincide con el que transcurre sobre raíles. Y constituye, sin duda, uno de los más interesantes experimentos narrativos realizados en la década de los 50. Encontrarán La modificación, de Michel Butor, en ediciones Cátedra.

Javier Aspiazu

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