Los cansados, una interpretación generacional de Michele Serra

Michel Serra es uno de esos fenómenos mediáticos tan abundantes en Italia. Un hombre del renacimiento que escribe, produce, dirige, compone, canta, baila, presenta, pisa escenarios y platós, le da al artículo, al poema, a la narrativa. Bueno, quizá no hace todo eso, pero yo tiendo a creer que quien sabe hacer dos cosas ya está en contacto con el infinito. Serra escribe libros y uno de ellos se ha convertido en un fenómeno de ventas en su país seguramente porque solo nos gustan los libros que hablan de nosotros, aquellos con los que podemos sentirnos identificados. Y hay mucha gente que puede reconocerse en ese atribulado individuo que tiene que lidiar con un hijo adolescente que le pone ante dificultades insalvables y hace cosas que para el narrador son incomprensibles, LIBRO.Los cansadosque no da importancia a lo que para el adulto, que se pasa el día con la cabeza metida en aparatos tecnológicos, que no trabaja, ni estudia, ni hace nada. Y además le implica en alguno de sus problemas. Y el hombre se pregunta por qué. Y no encuentra respuesta.

Yo creo que la clave del éxito  de Los cansados está en la frase: “nunca se ha visto un mundo en el que los viejos trabajen y los jóvenes duerman” porque anuncia una revisión, la profundidad de la misma ya se descubrirá, del papel de las diferentes generaciones en el mundo actual. Lamentablemente la profundidad es escasa y la revisión se limita al asombro ante el caos en la habitación del chaval, las molestias que le crean a su padre sus compromisos o la vergüenza en que le deja ante sus amistades. Manifiesta también el narrador su perplejidad ante el aguante de los jóvenes en situaciones molestas, como una larga y lenta cola para conseguir una sudadera que está de moda, algo tan ilógico, algo tan tonto. Tantos son los problemas del protagonista que decide escribir un libro sobre la batalla definitiva entre generaciones, momento que aprovecha para ponerse razonable y hablar de algunos tópicos más sobre el futuro que, obviamente, pertenece a los jóvenes. La repetida metáfora de subir juntos, padre e hijo, a un monte emblemático y la imposibilidad de encontrar el momento adecuado resulta tan simple que abochorna. Pero el libro ha tenido éxito porque hay demasiadas personas que han pasado por el trance y el reconocimiento de las penas propias en un soporte de prestigio como es el libro las eleva a acontecimiento.

Seguramente sería también un éxito entre los adolescentes que lo leyeran porque descubrirían la vacuidad de sus padres y quizá así dejaran el gesto adusto que tanto preocupa a sus progenitores, consecuencia sin duda del temor que generan esos desconocidos que, en principio, ostentan la autoridad. Los cansados es un libro breve, incluso demasiado grande para lo que cuenta, perfecto para leer en estos momentos en los que necesitamos el tiempo para dedicarlo a otras cosas.

Félix Linares

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