El Tocho. Tolstoi, Karénina y las familias tristes

LIBRO.Anna KaréninaTodas las familias felices se parecen, las desgraciadas lo son cada una a su modo.

Todo estaba patas arriba en casa de los Oblonski. Enterada de que su marido tenía una relación con la antigua institutriz francesa de sus hijos, le había anunciado que no podía seguir viviendo con él bajo el mismo techo. Esa situación que se prolongaba ya por tres días, era dolorosa no sólo para el matrimonio, sino también para los demás miembros de la familia y la servidumbre. Tanto unos como otros se daban cuenta de que no tenía sentido que siguieran viviendo juntos, que los huéspedes ocasionales de cualquier pensión tenían más cosas en común que cuantos habitaban esa casa. La mujer no salía de sus habitaciones, y el marido hacía ya tres días que no ponía el pie por allí”.

Probablemente bastantes de ustedes hayan adivinado que este es el célebre inicio de Ana Karénina, la gran novela de Tolstoi que tuve ocasión de leer por completo este verano, después de un primer intento fallido en mi juventud.

Anna Karénina se publicó por entregas durante cuatro años, entre 1869 y 1873, lo cual nos da una idea de la vastedad del proyecto, que supera las mil páginas en la edición, francamente recomendable, de Alba editorial. Si en su otra gran novela, Guerra y Paz, Tolstoi expresaba su visión filosófica de la guerra, como un movimiento de pueblos desplazándose a través de Europa, en Anna Karénina nos transmite su idea del amor. Toda la novela es una gran contraposición entre el amor duradero y responsable, cuya consecuencia es el matrimonio y su fruto los hijos, amor representado por el “alter ego” del autor, el terrateniente Levin, y su pareja Kitty; y el amor pasión, encarnado por Anna y su amante, el conde Vronski, que aun siendo sincero es efímero, y lleva a quienes lo viven, según la visión de Tolstoi, a un final prematuro y desastroso.

Pero además del magistral estudio psicológico de una pasión destructiva, Anna Karénina es una poderosa novela social en la que se expone la cuestión campesina de forma adelantada a su tiempo: en un país todavía feudal, a pesar de la reciente emancipación de los siervos, Levin es partidario de que los campesinos exploten las tierras organizando sus propias cooperativas, independizándose así de forma efectiva de los señores. Los párrafos dedicados a describir la cosecha y las labores del campo contienen los pasajes más vigorosos y bellos de la prosa de Tolstoi, sobria y luminosa como pocas.

También encontrarán momentos menos afortunados, como el de las confusas elecciones del mariscal de la nobleza, ya bien avanzada la novela. Ese fue el escollo en que naufragó mi juvenil entusiasmo lector. Pero si lo superan, arribarán a un desenlace impactante, tras un espléndido monólogo interior de la desgraciada protagonista, con el ferrocarril como elemento simbólico y trágico, que une el principio y el fin de la novela. Por último, en las páginas finales, asistirán con el atormentado Levin al descubrimiento del sentido de la vida. Pero aunque quizá les hiciera un favor, no les voy a decir cuál es el sentido. Para descubrirlo tendrán que hacer el grato esfuerzo de leer Anna Karénina de León Tolstoi.

Javier Aspiazu

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