El tocho. El presidente de Miguel Ángel Asturias

LIBRO.El señor Presidente“¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de oídos persistía el rumor de las campanas a la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre! ¡Alumbra lumbre de alumbre, sobre la podredumbre, Luzbel de piedralumbre! ¡Alumbra, alumbre¡…

Los pordioseros se arrastraban por las cocinas del Mercado, perdidos en la sombra de la catedral helada, de paso hacia la Plaza de Armas, a lo largo de calles tan anchas como mares, en la ciudad que se iba quedando atrás íngrima y sola.

Así comienza El señor presidente de Miguel Ángel Asturias, novela que el autor guatemalteco, ganador del premio Nobel, publicó en 1946, catorce años después de haberla concluido, cuando ya casi no tenía esperanzas de verla impresa.

Conocido hasta el momento por las Leyendas de Guatemala, que habían tenido ya cierto reconocimiento, El señor Presidente es la primera novela del autor. En el momento de su redacción, a fines de los años veinte y primeros treinta, Asturias vivía en París en contacto con las vanguardias literarias del momento, algo que se aprecia sobremanera en un texto sorprendente que combina diversos estilos y registros. Desde el primer párrafo maravilla la calidad poética de la novela, su audacia metafórica e imaginación verbal. El autor combina imágenes de filiación modernista con metáforas surrealistas (algunas de ellas verdaderas greguerías al estilo de Gómez de la Serna), en el curso de una trama realista que intenta, además, reproducir el habla popular con sus expresiones locales. Una atractiva mezcla de vanguardia e indigenismo que convierte al lenguaje en verdadero imán para los lectores de esta historia.

El señor Presidente se asienta en los recuerdos de infancia y adolescencia de su autor, cuando gobernaba en Guatemala el dictador Manuel Estrada Cabrera, al que nunca se nombra, pero cuya figura resulta perfectamente reconocible. El asesinato por un mendigo del coronel Parrales, es utilizado por el Presidente para perseguir a supuestos enemigos políticos, como el general Canales y el licenciado Abel Carvajal, a quienes se acusa del crimen. El general logra huir pero su hija, Camila, queda a merced de uno de los hombres de confianza del dictador, al que conocemos como Miguel “Cara de Ángel”, personaje con rasgos melodramáticos, “bello y malo como Satán”, que se debate entre la obediencia al dictador y el amor que empieza a sentir por Camila. Pero la novela es, además de esto, un profundo estudio sobre el miedo: a través de la variada fauna de personajes secundarios, conocemos la intrincada red de espías y clientes que sirven al Presidente para extender el temor a su figura y su poder casi absoluto. Cualquier reticente puede ser detenido y morir de la manera más cruel.

Estamos ante una de las primeras incursiones en un género, el del dictador latinoamericano, que haría fortuna posteriormente en novelas de Alejo Carpentier, Roa Bastos, García Márquez o Vargas Llosa; pero dudo que cualquiera de ellos alcanzara la altura literaria, el esplendor lingüístico logrado por Miguel Ángel Asturias en esta obra maestra que es El señor Presidente.

Javier Aspiazu

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