James Salter, el grande desconocido

Es curioso pero nunca sabemos bien qué vamos a recordar. A mí al menos, me sucede. De mi infancia y juventud conservo en la memoria momentos, detalles, que mientras los vivía consideré irrelevantes, y sin embargo, resultaron indelebles. Tengo la sensación de que el escritor James Salter tiene la asombrosa capacidad de reconocer esa materia que conforma los recuerdos y también la que conforma la propia vida. Este neoyorquino nacido hace noventa años logra llevar a la literatura todo tipo de sutilezas, de vagas decepciones, de tímidos entusiasmos que resultarán trascendentales. Es capaz de captar la evanescencia de algunos momentos y de hacer contacto con los lectores.

Todo lo que hay es la última novela de Salter y ha constituido todo un acontecimiento cultural en Estados Unidos. La historia arranca con su protagonista, Philip Bowman, combatiendo en Japón durante los estertores de la Segunda Guerra Mundial. Todo lo que hay_300_CMYKA su regreso, decide ser periodista pero será en el mundo editorial donde desarrolle su vida profesional. ¿Y la novela qué nos cuenta? El devenir público e íntimo de Bowman. Nos muestra sus amistades, sus logros en la edición, sus deseos más carnales, sus frustraciones, su ambición, su bondad, su mezquindad. Conocemos los entresijos de sus matrimonios, las causas de sus rupturas, por qué, cómo y de qué se enamora, qué es lo que más le satisface de su trabajo, qué tipo de casa desearía tener, qué valora en las relaciones. Y no solo asistimos a la vida de Bowman sino que también se nos relatan las de su madre, su suegra, sus compañeros de trabajo… Salter dibuja un fresco muy plástico de aquellos años de posguerra en los que todo parecía posible. El protagonista del libro se siente satisfecho con su vida de contratos editoriales, promesas de la literatura, cócteles, cenas y relaciones sexuales; sin embargo, el amor duradero se le resiste. Y nadie mejor que Salter para radiografiar esos espacios íntimos.

Todo lo que hay es un despliegue de técnica narrativa, pero no incurre en el error de ser una novela fría, perfecta. Este texto, muy bien traducido por Eduardo Jordá, está cargado de sabiduría, es nervioso. Con lo que al cerrar el libro, se obtiene la sensación de haber vivido algo ajeno de forma vicaria pero intensa, de saber un poco más de algunas cosas, y de haber conocido profundamente a un hombre. “Esto es la vida”, parece decirnos, “esto es lo que hay”.

Hace tiempo ya que no comprendo que James Salter no sea aquí un escritor tan conocido como puedan serlo otros autores norteamericanos y esta novela confirma que desde luego lo merecería. Su obra es magnífica, sin ninguna duda, tanto sus colecciones de relatos, como sus anteriores novelas e incluso, su autobiografía. Y lo cierto es que este escritor despierta en quienes le admiramos una sed insaciable de literatura.

Txani Rodríguez

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