Los raros. Una mujer en el Berlín derrotado

LIBRO.Una mujer en BerlínViernes, 20 de abril de 1945, cuatro de la tarde.

Sí, la guerra viene arrollando sobre Berlín. Lo que ayer era tan sólo un retumbar lejano es hoy un redoble constante. Se respira fragor de mortero. El oído, ensordecido, ya sólo percibe los disparos del calibre más grueso. Hace ya mucho que dejó de distinguirse su procedencia. Vivimos en un cerco de cañones que se va estrechando con cada hora que pasa.

De vez en cuando hay horas de un silencio inquietante. De pronto se le pasa a una por la mente que es primavera. A través de las ruinas calcinadas del barrio sopla vaporosamente el aroma de las lilas desde jardines sin dueño. El muñón de la acacia de delante del cine ha reverdecido rabiosamente… Sólo los pájaros desconfían de este abril, nuestros canalones están sin gorriones”.

Así comienza Una mujer en Berlín, de autora anónima. Comentamos hoy en esta sección de “raros” un texto salido de la vida misma. Un diario del que su autora, por la dureza de las experiencias en él consignadas, prefirió guardar el anonimato. Se publicó en 1954, en inglés, gracias a la insistencia del escritor y periodista Kurt W. Marek, vecino de la autora y a quien convenció para que diera su permiso. Era ésta una joven de familia burguesa que había recorrido Europa como fotógrafa y reportera y conocía varios idiomas, entre ellos el ruso. El diario abarca dos meses cruciales en la vida de esta joven treintañera, que asistió a la liberación de la capital por las tropas rusas al final de la segunda guerra mundial, y sufrió, como muchas otras mujeres, sus consecuencias dramáticas.

Debo confesarles que comencé su lectura atraído por la sinceridad del tono, y también, por algo de curiosidad malsana, y la concluí casi de un tirón. Pero lo que más me impresionó fue la viveza del estilo de la autora. Su visión objetiva, precisa, distanciada, de las terribles vivencias que cuenta. Primero, nos transmite de forma abrumadora la sensación del hambre, presencia constante y ominosa que hace de las sopas de nabos o de ortigas acongojantes sustitutos del sustancioso alimento soñado. Luego, cuando a fines de abril los rusos hacen acto de presencia con sus ataques sexuales, retrata la impotencia y la cobardía de los maridos. Ella, como mujer soltera y conocedora del ruso, toma la decisión de buscar la protección de un oficial para dejar de sufrir las violaciones de soldados anónimos. Lúcida y autocrítica en todo momento, a veces se pregunta si ha de considerarse una prostituta o simplemente una superviviente.

Como comprenderán, el texto, en su primera edición alemana de 1957, resultó tan incómodo que apenas tuvo éxito. Ya saben, la verdad siempre es dolorosa. Y aun cuando la autora no tenía plena conciencia de las hecatombes que había provocado el ejército nazi (en su ocupación de la Unión Soviética, por ejemplo, acabaron con veinte millones de rusos), sí que tenía la convicción de que todo el sufrimiento ocasionado se estaba revirtiendo sobre el pueblo alemán. Pero al fin la historia, tras la muerte de su autora en 2001, ha hecho justicia a este espléndido texto de lectura absorbente, que encontrarán en editorial Anagrama y lleva por título Una mujer en Berlín.

Javier Aspiazu

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