Karen Rusell, extraños compañeros de ficción

Hay un par de vampiros en un limonar. Padecen la sed característica de estos seres, pero tratan de evitar el morder la yugular de los seres humanos. ¿Se puede sustituir la sangre por zumo de limón? Así, de repente no parece muy buena alternativa. Y de hecho el cuento no es deslumbrante, casi disuade al lector de seguir adelante. Pero debe haber algo en la escritura de Karen Russell, de quien solo conocíamos su primera novela Tierra de caimanes de una producción que tiene solamente un libro de relatos anterior, que obliga a seguir. Segunda narración: unas mujeres son compradas por unos extraños individuos que las tendrán encerradas generando hilos de seda sacados de su propio cuerpo con destino a la industria de ese extraño lugar. La atmósfera de este relato es verdaderamente opresiva, agobiante, desesperada. E invita a seguir adelante.LIBRO.Vampiros y limones

No les voy a contar todos los cuentos porque no tendría demasiado sentido, pero si tengo que decirles que todos participan de un ambiente común, una sensación inquietante de estar en un mundo muy raro que, sin embargo es el nuestro, por muy extravagante que resulte la propuesta. Hay uno, el más breve, que cuenta un extraño torneo entre ballenas y su alimento. La rareza del argumento no es lo mejor. Lo mejor es como se cuenta. Podrían sorprendernos las abalanzas de Stephen King que aparecen en la solapilla, pero las entenderemos cuando leamos el último de los relatos, una versión corregida y aumentada, e incluso mas turbia de El cuerpo, aquella nouvelle que dio pie a la película Cuenta conmigo.

Las narraciones de Karen Russell ocurren en lugares desolados, amenazantes, imprecisos y sórdidos. Pero los personajes parecen conocerlos muy bien porque se mueven en ellos con una determinación que incluye la asunción de sus peculiaridades. Hay un western fantasmagórico que parece sacado de las brumas de la Edad Media mezclado con un laberinto kafkiano, donde salvajismo y burocracia se dan la mano por difícil que pueda parecer. Y un remedo de Los pájaros, menos impactante pero quizá más sugerente que la película de Hitchcock. No, olviden esto, es imposible ser más sugerente que una película de Hitchcock, pero el relato está muy bien. Hay un veterano de guerra y una tatuadora y ambos crean un mundo donde no hay esperanza. Y, quizá el mejor de todos, hay un cuento sobre una granja donde algunos presidentes de los Estados Unidos resucitan convertidos en caballos. Es tal el grado de identificación con los personajes que el lector acaba considerando el asunto algo absolutamente real. Lo que le sirve a la autora para desperdigar unas cuantas críticas, tampoco muchas, este es un cuento fantástico no una narración política.

Ven, al final no he podido resistirme y he mencionado todos los relatos. Lo que sí parece claro es que Karen Russell se arregla mejor con los cuentos breves, quizá porque su escritura está muy pendiente de la idea que les da cuerpo. Pero también sabe crear ambientes, siempre opresivos, siempre turbios, y sumerge a los lectores en universos a mitad de camino del sueño y la realidad. Karen tiene poco más de treinta años. Quiero pensar que tiene por delante un esplendoroso futuro literario. Y quiero pensar que nosotros vamos a poder disfrutarlo.

Félix Linares

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