El comictario. Chabouté sin palabras

¿330 páginas de cómic sin un solo bocadillo, sin ni siquiera un diálogo, solo viñetas mudas? Esta premisa puede asustar más que atraer, pero hay que dejarse llevar por la intuición, creer en el talento de un autor como el francés Christophe Chabouté y tirarse a la piscina convencido de que, aunque no lo parezca, está llena de agua. Y vaya si lo está. El cómic que hoy nos ocupa es un genial atrevimiento titulado Un poco de madera y acero, un relato que abarca varios años y siempre en un mismo escenario: un rincón de un parque con árbol y banco. El banco, construido en madera y acero, es el punto en el que confluyen decenas y decenas de personajes, hombres y mujeres de distintas edades y circunstancias que desfilan ante nuestros ojos y nos convierten en espectadores privilegiados de momentos e instantes de sus vidas.

Todo lo vemos como en un caleidoscopio, con el asombro de lo cotidiano tornado en magia, y la aventura comienza con un niño grabando la inicial de su nombre y la de su amiga junto a un corazón. Acto de amor infantil que se interrumpe bruscameCOMIC Un poco de madera y aceronte cuando el niño se corta con la navaja y sale corriendo junto a su compañera en busca de ayuda. Pero las letras y el corazón quedan tallados en el banco del parque y no molestan a ninguno de sus muchos usuarios. Allí se sienta una pareja de ancianos que disfrutan su amor otoñal compartiendo un pastel. Luego vemos a tres señoras hablando de sus cosas y recibiendo el saludo de distintos caballeros que pasan por allí, y el contrapunto a esta escena lo ofrecen un chico y una chica, sentados en el banco, hablando por sus teléfonos móviles y totalmente ajenos el uno del otro.

Contemplamos a un hombre que se sienta con un ramo de flores y, tras varias horas de espera, se marcha con el desengaño marcado en la cara. Vemos a una chica leer una carta y sonreír, y a otra hacer lo mismo, pero quedarse triste y pensativa. Hay un vagabundo borrachín que elige el banco para dormir por las noches, pero un policía se empeña en tenerle vigilado y echarle con cajas destempladas cuando le pilla. Por ese rincón del parque pasan a menudo un skater, un aficionado al footing y un hombre con traje y maleta, y sirve de improvisado escenario a un músico callejero con muy poco éxito de público.

Un fascinante microuniverso cuyos protagonistas, unidos por el hilo mágico del destino, terminan relacionados de alguna forma. Delicada tarea de encaje y un final maravilloso que nos demuestra que, por pequeña o insignificante que parezca, la vida merece ser vivida. Gracias a la editorial Planeta Cómic por publicar Un poco de madera y acero, una espléndida historia carente de texto pero repleta de significado. No os la perdáis.

Iñaki Calvo

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