Los ocho centímetros de menos de Nuria Barrios

En uno de los relatos de este libro se habla de una niña que tiene una pierna ocho centímetros más corta que la otra. No podía jugar con los otros niños ni andar con normalidad. Para su familia, eran esos ocho centímetros los que les separaban de la felicidad. A veces la distancia que nos mantiene separados del dolor puede ser aún menor. Sabemos que las líneas de seguridad no nos protegerán del todo siempre. La alegría y la desdicha están peligrosamente cerca. Esta es una de las reflexiones que vertebra el libro Ocho centímetros, publicado por Páginas de Espuma, y escrito por la escritora y crítica literaria, Nuria Barrios. Otra de las ideas centrales de estos textos es que el dolor irrumpe en nuestra cotidianidad y hay que convivir con todo. Tratamos de seguir adelante, de sobreponernos, de, al menos, sobrellevar el dolor. Por ello, las situaciones dolorosas pueden entreverarse con otras francamente agradables. La vida es así, y menos mal.LIBRO Ocho centímetros

Estas certezas, y otras muchas, son las que recoge Barrios, con extraordinaria precisión, a través de los once relatos que conforman este libro. Los cinco primeros están protagonizados de alguna manera por los mismos personajes. La autora nos abre las puertas de una familia en la que el infortunio parece tener parada y fonda. “Por qué nos pasa todo a nosotros”, se pregunta uno de sus miembros cuando las malas noticias se les acumulan. La enfermedad, los hospitales, la pérdida están muy presentes en estos cinco cuentos en los que el pueblo gitano, en concreto, los gitanos evangelistas tienen mucha presencia también. Sin paternalismo ni buenismo ni moralinas, Barrios nos acerca a una comunidad estruendosa, solidaria, en la que la droga ha hecho muchísimo daño, una comunidad en la que la devoción por Dios convive con la devoción por Camarón de la Isla. Un poblado de chabolas en los que parece complicado mantenerse a salvo y donde sin embargo muchos consiguen no caer. En estos relatos, en los que hay también ternura y humor, comprendemos algo tan devastador como que una persona drogodependiente, por muy cerca que esté de nosotros, por mucho que con solo extender el brazo podamos acariciarla, está en realidad muy lejos. Se convierten en seres remotos, algo que puede devastar a los familiares. Los otros seis cuentos no están relacionados entre sí, aunque siguen recorridos por el dolor y la enfermedad. Un puente de cristal me ha parecido singularmente duro, y muy hermoso en su tristeza resulta El tren Neckermann.

Ocho centímetros está escrito por una mujer y eso se nota. Hay detalles, reflexiones, descripciones que evidencian que no estamos ante la forma de ver y de sentir el mundo de los hombres, y creo que estas perspectivas enriquecen mucho la literatura. Con un estilo nada ampuloso, muy preciso, Barrios logra crear unos personajes con los que empatizamos pronto y plantear situaciones muy verosímiles. Con la lucidez necesaria para mirar el dolor de frente sin que ciegue, esta autora madrileña ha redondeado un estupendo libro de cuentos en el que la venda va después de la herida.

Txani Rodríguez

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