Siempre podemos confiar en David Trueba. Seguramente sus novelas, y sus pelÃculas, no nos cambiarán la vida, ni nos deslumbrarán tres frases en cada página, ni sabremos gracias a él quien va a pagar todo esto, pero hay que reconocer que David ha llegado a un arreglo con la escritura para conseguir novelas interesantes. Y, en cualquier caso los amantes de la identificación con los protagonistas están de enhorabuena porque uno siempre puede encontrarse con personajes que actúan de manera tan habitual que uno tiene la sensación de que estas cosas ya le han ocurrido. Lo malo es que las creaciones de Trueba responden a esas situaciones de manera más natural que nosotros mismos.
En Blitz el protagonista se entera de que su novia está enamorada de otro hombre, un antiguo novio, cantautor, en el curso de un viaje a Alemania para asistir a unas jornadas donde puede conseguir un premio para uno de sus proyectos. Todo esto se cuenta al principio, no les estoy destripando la historia. A partir de ahà nuestro héroe tiene problemas. Se enfrentará a un odiado rival, encontrará consuelo entre los brazos de una azafata voluntaria sesentona, se verá perdido en la ciudad y en la vida, beberá ese recurso tan literario y tan vital. No se trata de que sufra mucho y caiga en el ridÃculo y se convierta en un personaje rijoso, o resentido, o acabe abandonado en mitad de la calle, desnudo y sin dinero. No, la ventaja de leer a Trueba es que sabes que aunque sus personajes lo pasan mal no van a caer en el descrédito de la exageración, de las situaciones descabelladas.
Uno tiene la sensación leyendo a Trueba, y viendo sus pelÃculas, de que le tiene tomada la medida a la vida y que sabe que por mucha gracia que puedan hacer los momentos histriónicos acaban siendo repetitivos y poco creÃbles. David estructura la novela de manera curiosa. Dos tercios de la misma se desarrollan en enero, el resto completa el año. Hay meses en se retratan en un par de páginas, diciembre es un poco más amplio. Pero, obviamente esta parte del libro es muy diferente de la primera. Es casi como si el volumen estuviera compuesto por una novela corta y una serie de relatos breves. Pero siempre, en las diferentes distancias, el autor consigue encontrar el tono adecuado. Quizá el final es más convencional, es difÃcil encontrar un final revolucionario, pero aún asà el remate de esta historia es satisfactorio. Menos razón encontramos a las ilustraciones que van puntuando la narración. Son agradables, bonitas, pero quizá innecesarias. Bueno, una de ellas es la de la portada y parece que representa bien al libro.
Pocas veces podemos decir que un libro se nos ha hecho corto. Este es uno de esos casos. En realidad a David Trueba siempre le reclamamos más trabajo porque es un placer leerle. Esta es otra de estas ocasiones.
Félix Linares